María Teresa Jardí
El mundo mañana despertará de otra manera. La ruleta de la suerte habrá girado hoy para bien o para mal, en otro sentido o en el mismo, para la humanidad entera. Hoy ganará Obama y mañana sabremos si lo dejarán llegar.
No tengo nada contra el pueblo norteamericano. Ni tampoco afinidad alguna ni con su escasa cultura ni con su forma de vida. Convencida estoy que la civilidad está lejos de las telebasura, de la Coca-Cola y de las hamburgueserías. Y me cuesta creer que algo bueno pueda salir de un lugar donde el negocio está por encima incluso de la salud física y mental de la ciudadanía. Y, sí, me refiero a la droga que si no fuera el redituable negocio que es para el gobierno yanqui décadas ha que habría sido despenalizada. Más aún, me repugna que siendo el imperio que se asume líder del mundo en lugar de propiciar el bienestar de todos sólo haya servido para generar el mal de millones en todos lo sentidos.
Aborrezco a los Estados Unidos de Norteamérica. Aunque sea capaz de sentir lástima también por ese pueblo, destinado, por dinero, a ser drogadicto, obeso, diabético y analfabeta, a temer al otro, a ser odiado e incomprendido…
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