Para el gobierno de Estados Unidos poseer drogas es malo, muy malo. Se lo prohíbe tanto a sus ciudadanos como a sus vecinos, incluidos nosotros. Poseer un rifle AK-47, en cambio, es “legítimo”, por eso cualquiera puede adquirir uno legalmente en suelo estadounidense y luego venderlo a narcotraficantes en México. ¿Cual es la diferencia entre enervantes y armas? Básicamente, la dirección de su trasiego y la velocidad con la que matan. Sin embargo, para la nación vecina sólo uno de ellos representa un problema. Grave error.
Cuando a propuesta del ex presidente Vicente Fox el Congreso estuvo a punto de aprobar una legislación que permitía la portación de droga para uso personal, la presión estadounidense —junto con la de “voces de la sociedad”, según la versión oficial— tumbó la iniciativa a través de un veto del propio Fox.
Hace tres días la secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, dijo frente a la secretaria de Relaciones Exteriores mexicana, Patricia Espinosa: “Yo sigo el tráfico de armas en todo el mundo, y nunca he sabido que a los traficantes de armas ilegales les importe mucho la ley. Así es que simplemente no acepto la noción de que el levantamiento de la prohibición (a la venta de armas de alto calibre en tiendas estadounidenses) haya conducido a los traficantes de armas a incrementar sus actividades”.
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