Jacobo Zabludovsky
Bucareli
Queridos compatriotas: termina otro año y como es costumbre me dirijo a ustedes para hablar sobre algunos de los temas que nos interesan.
Me van a permitir alejarme en esta ocasión del tono optimista característico de este mensaje que cada año me permite entrar respetuosamente a sus hogares. Tal vez será para ustedes una sorpresa, pero no desagradable, el escuchar cuáles son mis propósitos para el año venidero.
En primer lugar he girado las órdenes para que a partir del 1 de enero sea rebajado mi salario en 50% y se cancelen las prestaciones, gastos y sobresueldos o cualquiera otra retribución, llámese como se llame, que derive en mi beneficio. Esta disposición irrevocable, obedece a varias causas que no por obvias dejaré de explicar, aunque mencione sólo las más notorias y eso con la mayor brevedad posible.
Usted sabe muy bien, compatriota, que mientras ocupe este cargo y viva en esta casa no gasto un quinto aunque me propusiera hacerlo. Me dan todo, techo, comida, transportes, medicinas, peines. Tengo médico y bolero gratis. En otras palabras: acumulo todo mi sueldo. Cuando termine mis funciones, entre capital e intereses tendré algunos millones de pesos. Sumados a la pensión que por ley se me otorgará, tendré un ingreso que me va a permitir un retiro decoroso y digno. Viviré en la medianía ejemplar de la que fue ejemplo nuestro ilustre Benito Juárez.
El recorte de mi sueldo obligará a todos los funcionarios, gobernadores, por ejemplo, a recortar los suyos puesto que nadie debe ganar más que yo. La pirámide de ajustes arrojará un superávit considerable en las arcas públicas para ser usado en caso de que padezcamos algún tropiezo financiero. Por otra parte, la medida servirá para desbaratar la calumnia tan extendida de que gano más yo que mi estimable colega de Estados Unidos.
Para demostrar absoluta confianza en lo que tantas veces he dicho sobre la educación pública, he decidido inscribir a mis hijos en una escuela gratuita y laica. Así, además, ahorro (ahora me acuerdo: este es mi único gasto) las altísimas colegiaturas que cobran las escuelas particulares y los muchachos recibirán los beneficios del sistema educativo que gozan millones de niños y jóvenes en todo el país.
Hablando de lo laico, para nadie es un secreto que soy devoto de mi religión, pero estoy convencido de la sana distancia que debe haber entre la Iglesia y el Estado, por lo cual me propongo separar claramente en actos y palabras mis funciones políticas de mis convicciones íntimas. Procuraré no impartir bendiciones divinas en actos públicos, y no tomarme en discursos oficiales la pequeña libertad de inspirarme en algunas bienaventuranzas evangélicas.
Si en el curso de mi mandato sufriera alguna enfermedad, Dios no lo quiera, no acudiré a los hospitales privados sino a los que va la mayoría de los mexicanos, para dar, otra vez, ejemplo de la confianza que tenemos en esas prestigiadas instituciones. Giro instrucciones para que esta costumbre sea observada sin excepción por todos los funcionarios que suelen ir a Houston, Rochester o a otras clínicas en el extranjero.
Espero que las medidas enunciadas y otras que enunciaré, se entiendan como actos congruentes con el estado de emergencia económica que padecemos y será peor en los próximos meses. Están en consonancia con la pérdida de empleos y poder adquisitivo de los salarios que, probablemente, usted ya sufre.
Es costumbre en este tipo de mensajes, hacer un elogio de lo bueno y olvidar lo malo. Es hora de reconocer algunas disfunciones que han conducido a una minusvalía de nuestra seguridad individual y familiar. O sea, que andamos en el pánico. La delincuencia nos ha rebasado, se ha infiltrado en nuestros cuerpos de seguridad e inteligencia, cuenta con mejores armas y logística. Lo que llamamos calidad de vida se ha deteriorado por eso y por el tsunami financiero mundial y nacional. La clase media desapareció antes de aparecer y los pronósticos no pueden ser optimistas. Ni modo, así son las cosas.
Y ahora permítame desearle, amigo, amiga, un feliz año nuevo. Que este 2009 nos traiga la unidad de todos los mexicanos, unidad que lograremos mandando a algunos banqueros a la selva lacandona para que se unan con los vecinos del entorno y trayendo tarahumaras al restaurante Churchill donde se unan a otros comensales. La unión es la fuerza y está al alcance de nuestra mano. México es más que cualquiera de sus componentes. No hay nada que pueda dividirnos, separarnos, enemistarnos. De todas maneras, nombro la Comisión Para Lograr y Garantizar la Unidad. Unidos venceremos.
Feliz Año Nuevo
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