Néstor de Buen
Ciertamente el desempleo se va a convertir en el problema esencial del futuro inmediato de México. Ya aparecen versiones en los medios a propósito de cuáles deben ser las alternativas para tratar, solamente tratar, de resolverlo.
Hay, por supuesto, las dos alternativas: la más temible se produciría por el despido, bajo cualquier forma, de los trabajadores. Es, en este momento, lo más notable. La segunda alternativa es la permanente: generar los empleos para las nuevas generaciones de trabajadores.
Flota en el ambiente la idea de que la solución tiene que pasar por la famosa flexibilización en la contratación de empleados. Se dice reiteradamente que nuestro sistema laboral es demasiado rígido y que no resulta atractivo para los empresarios lanzarse a la aventura de contratar trabajadores y con ello enfrentar una multitud de responsabilidades directas e indirectas. Entre las primeras, la incertidumbre acerca de lo que puede ocurrir, entre otras cosas, las cargas económicas por los despidos, si llega el caso. Entre las segundas, los costos adicionales al salario: seguridad social, vivienda y cargas fiscales de manera particular. Con el riesgo para los trabajadores de que sus inversiones forzadas en las famosas Afore se conviertan en polvo debido a los problemas financieros del mundo y, a consecuencia de ello, las inversiones hechas por las Afore hayan perdido en la crisis un monto más que importante de valor. La quiebra, de hecho, de las instituciones de la seguridad social, públicas y privadas, puede ser una consecuencia.
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