Alejandro Encinas
A quienes mantenemos una visión crítica de Felipe Calderón y sus acciones, se nos tilda de pesimistas, de apostar a la debacle del país. Nada más falso. Más allá de los diferendos políticos que tenemos, a nadie interesa retomar un país convertido en despojos. Sin embargo, la realidad supera la visión del más optimista.
Calderón y sus aliados centraron su discurso en el propósito de crear una percepción de confianza, señalando que no se lanzarían a aventuras ni se harían transformaciones que pusieran en riesgo al país. Que su alianza con la iniciativa privada daría estabilidad y que la continuidad del modelo estaría acompañada de inversión, empleo y desarrollo.
Nada se ha cumplido. Ni hay inversión ni hay empleo, y la percepción de confianza se desmorona ante la incertidumbre en la economía y el ingreso familiar, cuando no frente a la violencia e inseguridad.
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