No puedo evitarlo. Pensar en lo que estamos viviendo me remite necesariamente al título del libro que Julius Fucik, patriota checoeslovaco ejecutado por los nazis, escribió justo antes de subir al patíbulo. Por razones muy distintas pero así me siento; así nos veo: al pie de la horca.
Más allá de lo que políticos y expertos dicen, lo cierto es que la crisis aprieta, con más fuerza cada día y de manera inclemente, la garganta de millones de jefes de familia y se extiende, con una velocidad y una virulencia brutales, a todos los órdenes de la vida.
Centenares de miles o han perdido ya en días pasados o están a punto de perder, en los próximos meses, su trabajo. Cada vez son menos los que tienen la certeza absoluta de que la próxima quincena habrán de cobrar su salario. Un salario, además, que a muchos ya no alcanza para cubrir sus necesidades más elementales.
Leer Nota AQUI