Manuel Camacho Solís
El periodista Miguel Ángel Granados Chapa ha recibido los más altos reconocimientos que pueda recibir un ciudadano. Le ha tocado la fortuna de que, en vida, su trayectoria profesional y su congruencia se vuelvan ejemplo. Hay una coincidencia generalizada en que es un periodista capaz, perseverante y honesto. Lo que ha recibido menor atención es su pasión por la política y su posición frente a la encrucijada actual.
Su discurso, al recibir la medalla Belisario Domínguez en el Senado, es hoy más vigente que el día en que lo pronunció. Fijó su posición, con la misma lucidez y valentía con que lo hizo en su momento (1913) el doctor Domínguez, sólo que con una intención diferente. Don Belisario, para defender su posición moral, debió denunciar a la dictadura; al ser asesinado, desató la reacción política y social revolucionaria. Granados Chapa tiene una apuesta política diferente: creo que, más que en “salvar su alma”, piensa en contribuir —como siempre lo ha hecho— a los cambios institucionales que caminan en paralelo y se alimentan con la movilización social. Lo hace como en otras ocasiones, sólo que ahora tiene que acumular toda su sabiduría para ganar optimismo justo en el momento más difícil que le ha tocado vivir.
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