El Canal Once huele a podrido
Fernando del Paso /I
Como ciudadano y como escritor, como amante de la cultura, me siento calificado para dar una opinión sobre los cambios que ha sufrido –"sufrido" es la palabra exacta– el canal que durante 50 años se llamó Canal Once, y hoy Once TV México. Pero hay algo más que me autoriza: durante 14 años trabajé en agencias de publicidad, en las cuales no sólo aprendí cómo se manipula la conciencia del consumidor: también los secretos y trucos de la mercadotecnia y, con ella, de las estrategias mediáticas de la radio y la televisión. Durante dos de esos años fui uno de los tres escritores de un programa que producía la agencia Walter Thompson para el Servicio de Información de la embajada de Estados Unidos, llamado El mundo en marcha, que se transmitía todos los sábados a las ocho de la noche por la XEW. Fue entonces que también aprendí cómo se manipulan las noticias, un conocimiento que tuve oportunidad de ampliar y profundizar con creces durante otros 14 años, que fueron aquellos en los que trabajé como periodista, locutor, traductor y productor de noticieros y programas en el Servicio Latinoamericano de la BBC de Londres y, durante un año más, en Radio Francia Internacional. Otra cosa me enseñó este oficio: la importancia de los horarios de transmisión, un elemento que puede también manipularse al gusto para darle mayor importancia a un determinado programa, o para relegarlo al olvido en la mente de quien lo escucha o lo ve. Esta segunda posibilidad es un ejemplo clásico de lo que se conoce como censura disfrazada. Una censura travesti.
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