El hombre acepta dar la entrevista. Y en la fecha y hora acordadas (miércoles 15 de abril, 12:00 horas), desde su escritorio fija los ojos en la periodista y responde a cada pregunta. La riqueza de Carlos Salinas de Gortari viene de desviar recursos públicos desde Los Pinos; es corrupto y su hermano Raúl se relacionó con narcos. Eso dice un Miguel de la Madrid Hurtado disminuido físicamente pero con perfecta lucidez, según los varios testigos, las fotos, las grabaciones y el juicio de la misma comunicadora, Carmen Aristegui. Dos semanas después de hablar con ella, sin que se sepa públicamente el resultado de aquella plática, un rumor se extiende por la radio: De la Madrid está muy grave. A las redacciones de los periódicos llega un tip: ha muerto. Pero no, no ha muerto ni su estado de salud está quebrantado. Su oficina se encarga de aclararlo en un comunicado que es enviado el viernes 8 de mayo pasado a los medios. Tres semanas después de la entrevista, a cuatro días de que aclararan que no estaba muerto, Aristegui difunde (ayer, ocho de la mañana) las declaraciones del ex mandatario mexicano contra los Salinas de Gortari. El mundo de la política se sacude durante nueve horas, y después algo sucede. Algo muy serio, casi conmovedor: el hombre lúcido y en buen estado de salud “vuelve a enfermar”. Y ese “enfermo”, “incapacitado” para dar entrevistas, es capaz de escribir su propia renuncia a lo que ha dicho frente a las grabadoras, tres semanas antes. Miguel de la Madrid sale al público a decir: estoy lo suficientemente cuerdo para certificar que no lo estoy.
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