No mostrar hechos que hablan por sí mismos, no ofrecer la película completa del gran desastre en que estamos, es fallarle a la sociedad.
Se dice en el gremio que quien quiera conocer la verdad se dedique a la filosofía, porque el periodismo, a lo sumo, lo que puede ofrecer son hechos. Sin embargo, de la forma de mostrar los hechos se desprende una posición ante la vida, una concepción de la sociedad y una manera de cumplir con nuestro deber ante los lectores. En suma, una ética.
Si alguien escribe que en Hermosillo, Sonora, murieron más de 40 niños al incendiarse una guardería, no falta a la verdad. Tampoco si dice que el incendio comenzó en una bodega contigua y que de acuerdo con las primeras informaciones el siniestro se produjo por un cortocircuito. Después, el reportero puede describir los gritos de las madres, el llanto de los infantes rescatados y el heroísmo de los vecinos, y tampoco faltará a la verdad.
Pero si la información no dice que el techo de la guardería era de un material altamente inflamable, que el lugar carecía de extinguidores y salidas de emergencia, que el personal no estaba capacitado para actuar ante una contingencia como la narrada y que una de las dueñas del negocio era pariente de la esposa del Presidente de la República, tampoco miente, pero nos escamotea hechos que debemos conocer. Y eso es una falta de ética.
Si en los días sucesivos los informadores omiten decir que se trataba de una guardería que recibía subsidio del Instituto Mexicano del Seguro Social, que el gasto en las guarderías subrogadas o subsidiadas representa menos de la mitad del costo por niño atendido en las estancias del propio Instituto y que bajo los gobiernos panistas se ha venido reduciendo el subsidio, entonces se nos niega información que la sociedad necesita conocer, y eso es una falta de ética.
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