jueves, 30 de julio de 2009

AL PUEBLO DE MÉXICO

Como es aceptado por casi todos, México atraviesa por una de las crisis
más severas de su historia reciente. Es algo más profundo que una simple
recaída económica. Se trata de un proceso de degradación progresiva que
afecta a todos los órdenes de la vida pública y de la convivencia social.

Desde nuestro punto de vista, esta decadencia ha sido ocasionada por un
grupo minoritario que ha venido imponiendo una política de pillaje,
contraria al interés nacional.

La actual oligarquía se conformó desde el gobierno de Carlos Salinas
cuando un puñado de traficantes de influencias, inició, al amparo del
poder público, el despojo de bienes de la nación y del pueblo, con el
engaño de una supuesta modernización del país. El modelo llamado
neoliberal, más bien de corrupción y saqueo, se consolidó con los
gobiernos de Zedillo, Fox y Calderón.

Este grupo de potentados, con el paso del tiempo, fue adquiriendo poder
político hasta situarse por encima de las instituciones constitucionales.
En los hechos, ellos son los que verdaderamente mandan en el país. Deciden
sobre cuestiones fundamentales en la Cámara de Diputados y en el Senado,
en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el Instituto y en el
Tribunal Electoral, en la Procuraduría General de la República, en la
Secretaría de Hacienda y en los partidos Acción Nacional y Revolucionario
Institucional. Además, poseen o controlan la mayor parte de los medios de
comunicación del país.

Con ese poder omnímodo, la oligarquía ha logrado mantener y acrecentar sus
privilegios, condenando a la mayoría del pueblo al sufrimiento, al
destierro y a la sobrevivencia. Es innegable que en los últimos 25 años
unos cuantos mexicanos acumularon riquezas, como no ha sucedido en ninguna
otra parte del mundo, pero en contraste, México es uno de los países con
mayor desigualdad económica y social en todo el planeta. La riqueza de
unos pocos se ha edificado con la miseria de otros muchos y éste es el
origen de los males que aquejan y atormentan a la nación.

Desde luego, nuestra visión de la realidad no es compartida por los
culpables de la tragedia nacional y sus secuaces. Por el contrario, ellos
no sólo eluden su responsabilidad, sino que ante el desastre que han
causado maniobran tenazmente para continuar engañando y confundiendo.
Actualmente, sus voceros, con análisis superficiales y simplistas,
atribuyen la crisis a factores externos, a la falta de culminación de las
llamadas reformas estructurales o a las fallas de los políticos.
Inclusive, está de moda que los otrora defensores de Calderón, hoy
achaquen la debacle a su ineptitud y a la inexperiencia de los gobiernos
del PAN, soslayando deliberadamente las causas de fondo.

Sin embargo, nosotros vemos las cosas de otra manera. Sostenemos que la
crisis se agravó cuando la oligarquía decidió imponer a Felipe Calderón
para impedir un verdadero cambio. Como es lógico, y lo advertimos en su
momento, es difícil gobernar luego de un fraude electoral, sin legitimidad
ni autoridad moral y política. Además, en un entorno de crisis, era
prácticamente imposible que Calderón pudiese ejercer el poder, atado a los
intereses creados y aplicando la misma política antipopular y entreguista
de sus antecesores. Desde su origen, el gobierno espurio estaba condenado
al fracaso.

Pero no nos confundamos, la caída de Calderón después del 5 de julio, no
significa que los que realmente mandan y deciden en el país hayan perdido
fuerza. Una vez más estamos siendo testigos de la restauración del mismo
régimen, una operación que antes se llevaba a cabo al final de cada
sexenio y que ahora, por la descomposición social y la falta de decisión
para enfrentar los problemas, se tiene que efectuar cuando el gobierno de
Calderón ni siquiera ha cumplido tres años.

Esto explica por qué la oligarquía impulsó o cuando menos permitió que,
con dinero a raudales y con el apoyo de los medios de comunicación,
resurgiera el PRI y con éste progresara la intentona de imponer a Enrique
Peña Nieto como candidato a la Presidencia de la República en 2012, para
seguir manteniendo la misma política de corrupción y privilegios. Todo
esto sin pensar en el deterioro de la vida pública ni en la postración del
pueblo; eso es lo que menos les preocupa. Es más, son tan desalmados que
no les importó convertir a Calderón en un chivo expiatorio.

También tengamos en cuenta que los potentados no están dispuestos a
permitir ningún cambio que ayude realmente a enfrentar la crisis
económica. Para ellos es intrascendente que México sea uno de los países
con menor crecimiento en el mundo o que no se generen empleos. Les da
igual que se deje sin apoyo a los productores del campo, a los pequeños y
medianos empresarios o que se termine de arruinar la industria eléctrica y
la del petróleo. En su estrategia seguirán protegiendo a los monopolios,
utilizando el presupuesto público y las reservas internacionales del Banco
de México para rescatar y favorecer a banqueros y a grandes empresarios.
Sin duda, en la próxima legislatura, en vez de reformar las leyes fiscales
para que los potentados paguen impuestos en proporción a sus ganancias,
tratarán de cobrar IVA por la comida y los medicamentos, y harán todo lo
posible para recaudar más, aumentando el precio de las gasolinas, de la
luz y de otros bienes y servicios. Por lo mismo, cuando se tenga que
aprobar el nuevo presupuesto, antes de cancelar los privilegios de la alta
burocracia, estarán a favor de recortar el gasto destinado a programas
sociales.

Pero lo más grave es que no se hará nada, absolutamente nada, para detener
la descomposición social que ha llevado a la inseguridad y a la violencia.
Nunca aceptarán que a millones de mexicanos, en particular a los jóvenes,
se les ha cancelado el futuro pues no tienen oportunidades de trabajo ni
de estudios y sólo les han dejado el camino de la migración o de las
conductas antisociales. Van a seguir queriendo resolver este problema
eminentemente social con medidas coercitivas, sin tomar en cuenta que la
paz y la tranquilidad son fruto de la justicia.

En pocas palabras, desgraciadamente, no vemos en el corto plazo ninguna
posibilidad de que las cosas mejoren en beneficio de las mayorías. Todo
indica que persistirá la degradación del país. En consecuencia, la única
alternativa que se tiene es seguir luchando hasta derrotar a la oligarquía
en el terreno político, de manera pacífica, para hacer valer la democracia
y establecer un gobierno que combata la codicia y la corrupción,
distribuya con justicia las riquezas de México y garantice el bienestar y
la felicidad del pueblo.

En esta nueva etapa, considero que los integrantes de nuestro movimiento y
todos aquellos ciudadanos concientes y dispuestos a contribuir a la
transformación del país, debemos cumplir de acuerdo con nuestras
posibilidades las siguientes tareas:

1. Trabajar cotidianamente en la organización del pueblo. Es necesario
tener claro que si no hay un cambio profundo no se puede enfrentar la
decadencia que se padece ni mejorar las condiciones de vida y de trabajo
de la población. Asimismo, debe tenerse presente que esta transformación
sólo podrá darse de abajo hacia arriba, con el criterio de que sólo el
pueblo puede salvar al pueblo. Sin la voluntad y la decisión de la gente
no se puede enfrentar a la oligarquía que posee inmensas riquezas y
controla los medios de comunicación.

2. Para hacer este trabajo de concientización y de organización es
indispensable continuar sumando a más representantes del gobierno
legítimo, a partir de consolidar los comités municipales y crear nuevos
comités en barrios, colonias, unidades habitacionales, pueblos y
comunidades del país.

3. Es fundamental seguir creando redes alternativas de información para
romper el bloqueo, resistir el embate de nuestros adversarios y
contrarrestar la manipulación de los medios de comunicación. Debe tenerse
muy presente que el principal instrumento de dominación que tiene la
oligarquía es el control que ejerce a través de la televisión, la radio y
la mayor parte de la prensa escrita.

4. Estar atentos para detener, con la denuncia y la movilización
ciudadana, como lo hicimos en el caso del petróleo, todo aquello que
signifique nuevos retrocesos, en particular, no permitir el cobro del IVA
en medicinas y alimentos; la reducción del presupuesto a la educación, la
salud y la seguridad social; la llamada reforma laboral; el aumento de los
precios de las gasolinas, la luz, el diesel y otros bienes y servicios; y
la violación sistemática de los derechos humanos. En esta tarea
mantendremos una estrecha coordinación con los diputados y senadores
afines al movimiento.

5. Seguir insistiendo en la defensa de la economía popular y del petróleo.
Consolidar el funcionamiento de las casas del movimiento para organizar a
la gente y frenar los cobros excesivos en luz, predial, agua, créditos
hipotecarios y otros servicios. Dar seguimiento permanente a la entrega de
contratos de PEMEX y combatir las privatizaciones, el contratismo y la
corrupción en los gobiernos.

Amigas y amigos:

Es larga la travesía. Enfrentamos intereses muy poderosos, se requerirá de
muchas fatigas, pero siempre será mayor la satisfacción que produce el
luchar por nuestros ideales y por causas justas.

De cada uno de nosotros depende el destino del país. No nos desanimemos,
no nos detengamos y, sobre todo, no dejemos de luchar.

La mafia del poder en México se cree invencible, pero recordemos, como
decía Hidalgo, que “el poder de los reyes es demasiado débil cuando
gobiernan contra la voluntad de los pueblos”.



Andrés Manuel López Obrador
Presidente Legítimo de México