Ladillas
Los Relumbrones
Por el Lic. Mefistófeles Satanás
“…En la República no debe existir más que una sola y única autoridad: la autoridad civil del modo que lo determine la voluntad nacional sin religión de Estado y desapareciendo los poderes militares y eclesiásticos, como entidades políticas que la fuerza, la ambición y el abuso han puesto enfrente del poder supremo de la sociedad, usurpándole sus fueros y prerrogativas y subalternándolo a sus caprichos…” – Benito Juarez, “Apuntes Para Mis Hijos”
El ejército mexicano de hoy, el que se supone reemplazó a los pelones de Huerta, fue domesticado por dos sonorenses bragados: Obregón y Calles. Este ultimo facilitó que la revolución “se bajara del caballo” creando el Partido Nacional Revolucionario (antecesor del PRI). Con el PNR un generalote ya no tenía que andar robando en despoblado. Podía robar “institucionalmente” desde un curul o una secretaria o una gubernatura, siempre y cuando se “disciplinara” a las indicaciones del turco o del partidazo.
La misión del ejército fue redefinida. Primero, tenía que auxiliar a la población en casos de desastres. Y segundo, tenia que hacerse matar en defensa de la patria. Respecto a lo último, en 1938 los ingleses, furiosos por la expropiación del petróleo, amagaban con entrar por el Coatzacoalcos y tomar Minatitlan y su refinería. Los Juanes se atrincheraron en la orilla, dispuestos a hacerse matar para repeler al invasor: estaban en juego la independencia y el honor de México. Afortunadamente la diplomacia mexicana hábilmente evitó un conflicto.
A partir de Miguel Alemán, el primer presidente civil de la época post-revolucionaria, la revolución se bajó finalmente del caballo. Los generalotes dejaron de integrar “el sector militar” del PNR (rebautizado por Cárdenas como el PRI). El gobierno mantenía contentos a los militares con “negocitos”, algunos huesos, prestaciones, de cuando en cuando una gubernatura, buenos salarios, ascensos garantizados, todo en santa paz. Los generales concluyeron que era mejor irse enriqueciendo poco a poco, echar panza, y morirse en una cama rodeado de nietos que andar de gallito y acabar enfrente de un pelotón de fusilamiento.
Se estableció un patrón. El ejército regular estaba muy mal armado y se usaría solamente para los desfiles y en el plan DNIII. Ese ejército es el que la mayoría de la gente veía con simpatía pues era el ejército del pueblo, el que ayudaba a la población en casos de desastres. Y la gente intuía que esos muchachos modestos, en su mayoría indígenas, aun mal armados no vacilarían en hacerse matar en defensa de la patria. Fox, en medio de su estupidez, se burló de ellos. El burro parado nunca pudo comprender que honra mas al uniforme rescatar unos damnificados o reforestar un cerro pelón que andar de gato de los gringos.
Durante los años del “desarrollo estabilizador” los generales pudieron echar panza. Poco a poco se fueron muriendo –en sus camas-- los viejos caudillos, los hombres de hierro que habían olido la pólvora y la sangre en la Bufa. Plomazos en serio rara vez habían. Gorilación se bastaba solita para reprimir a los disidentes (ferrocarrileros, obreros, etc.). Todo eso cambio en octubre de 1968. A Díaz Ordaz se le había puesto la cosa color de hormiga y decidió “fajarse los pantalones”. El pelón LEA y el EMP se encargaron de los detalles “tácticos” del trabajito. El ejército bañó en sangre la plaza de Tlaltelolco y perdió ahí su honor.
Y es que el tlatoani habia formado otro ejército paralelo. Su base principal se instaló en el Campo Militar Numero Uno, juntito a los Pinos, el corazón podrido de Mordor. Este ejército tenía como núcleo al EMP, los pretorianos consentidos del tlatoani. El EMP se convirtió en un ejército dentro del ejército. El EMP fue el responsable de la matanza de Tlaltelolco, el que entrenaba grupos paramilitares (acuérdense de los Halcones), el que emprendería la guerra sucia en coordinación con el station chief de la CIA en la Ciudad de México. (Hasta el mismo pelón LEA con gusto le entró a la nomina de la CIA.) Y, como buenos pretorianos, el EMP vivía entre lujos y privilegios, y no levantaba ni un dedo para ayudar a la población en casos de desastre. Ellos no se manchaban las botas con lodo poniendo sacos llenos de tierra en la orilla de un río que está a punto de desbordarse. Ellos no se ensuciaban las manos reforestando cerros pelones. Ellos eran los pirrurris consentidos del tlatoani, sus gatos de angora, sus cómplices.
Así llegamos a nuestros días. Fecal, un usurpador, pelón, mocho, del bajío, borrachín, de lentes, pelele de la embajada gringa, que se viste de militar (las coincidencias con Victoriano Huerta son demasiadas), crea una dizque guerra contra los carteles. Pero la realidad es que utiliza al ejército para tratar de legitimarse e intimidar a la población civil. Y el EMP le queda como anillo al dedo para esa misión. Y los gringos, que están todos espantados y en quiebra y no pueden cubrirlo todo, ven con buenos ojos que México tenga un tiranuelo tropical que intimida a la población con sus pretorianos.
Por sobre todas las cosas FECAL tiene que mantener contentos a sus pretorianos. Los multiplica y los llena de privilegios. (El miedo no anda en foxes.) Es así como ahora pululan como cucarachas con charreteras los cuerpos derivados del EMP. Hay boinas prietas, cuerpos de elite, pefepos, pefepas, AFI’s, fuerzas especiales, cara de trapos, etc., etc. Todos tienen uniformes chingones, equipo (gringo) del mas moderno, gozan de unos sueldotes (por lo menos los oficiales), tragan caliente y con manteca, les dan su “talquito”, etc., etc. Lo mismo ocurre en la marina, donde, a falta de unas tristes pangas que no se hundan si sueltan amarras, los almirantes forman cuerpos de infantería de marina para ser usados en reprimir a la población.
La ultima vez que se observó la multiplicación de las cucarachas con charreteras fue en tiempos de Santa Anna, cuando este creo los húsares de la guardia presidencial, cuerpos de granaderos, Lanceros de Santa Anna, batallón Supremos Poderes (que luego Juárez heredó), etc., etc. Todos esos cabrones se veían rete monos (kreegah, bundolo), con sus uniformes de opereta. Algunos cuerpos hasta tenían gorros de piel de oso, al estilo de los Coldstream Guards o la Vieux Garde napoleónica. Estos pretorianos del quince uñas de Santa Anna eran la única parte del ejército mexicano que tenia la paga asegurada.
Y todos esos cuerpos de “relumbrones” (el “Relumbrón” original era un coronel de la guardia personal de Santa Anna que llevaba una doble vida pues era el cabecilla de los tristemente celebres bandidos de Río Frío) que Fecal ha creado recuerdan a los de su alteza serenísima. Es decir, valen verga como militares y solo sirven para intimidar a la población civil. Se rajarían con los gringos o cubanos. No conocen el honor o el amor a la patria. Con tal de seguir tragando caliente y que les den su “talquito”, con gusto servirían de conserjes el día que los gringos pongan una base militar en territorio mexicano.
E igual que los cuerpos de relumbrones de Santa Anna, hoy en día pululan entre los pretorianos los curas degenerados vestidos con enaguas de mujer predicando sus supersticiones en las ilegales “capellanías militares” que han aparecido como chancros en todas las zonas militares. Varias veces se ha visto el vergonzoso espectáculo de una escolta militar que inclina la bandera mexicana para rendirle honores a una puta virgen (por lo general gachupina, güerita, y ojiazul) de quien sabe que chingaos mientras cuervos y pingüinas (monjas) les aplauden como si hubieran reconquistado Tejas. La diferencia entre estos pretorianos cobardes y apestosos a incienso que solo sirven para intimidar civiles y los guardias nacionales de Lombardini (indígenas de leva que portaban la imagen de la prieta Tonantzin en su shako) es que los últimos si tenían los huevos bien puestos y eran patriotas, como quedo demostrado la Angostura.
A la larga, la historia patria enseña que los pretorianos siempre han salido perdiendo. Lastima de uniformes, lastima de plumitas de águila en la manga, lastima de kepis de piel de oso, lastima de salarios, les falta el producto de gallina. Los relumbrones de Santa Anna que fueron a tierra caliente no pudieron con los pintos de Juan Álvarez. Los modestos y mal armados guardias nacionales de don Santos Degollado, a base de puros huevos, le partieron la jeta a Miramón, el mocho y traidor y asesino que había heredado el ejército de relumbrones de Santa Anna. Al ejército de pelones de leva y oficialitos perfumados que don Porfirio le heredó a Victoriano Huerta le partió la jeta la división del norte del centauro y los yaquis de Obregon. ¿Por qué va a ser diferente hoy con los pretorianos relumbrones de fecal?
Y es que el ejército del pueblo todavía sobrevive hoy en día. Los perfumados del EMP le temen (a pesar de que está mal armado) y lo usan como carne de cañón, mandándolo por delante en misiones pendejas, generalmente ordenadas por un gringo desde la embajada. Esos son los infelices guachos que los narcos –protegidos del mismo gobierno—descabezan cuando andan francos. Esos son los pobres cabrones que dejan viudas desprotegidas y chamacos huérfanos pues el gobierno de FECAL vale verga y rara vez les cumple. A esos hijos del pueblo los enfrentó en Chiapas un payaso cara de trapo mal armando a otros indígenas (y todo eso solo sirvió para engordar a los gusanos con carne de indio).
No olvidemos la historia patria. Es muy clara. De continuar el mal gobierno de estos mochos PRIANistas rateros y pendejos habrá un estallido social tarde o temprano. Y cuando esto truene los primeros que van a salir huyendo por delante van a ser los relumbrones y perfumados. Y tras de ellos, con las enaguas levantadas para poder correr, ira una turba de curas y braguetas persignadas. Será entonces que el ejército emanado pueblo se pondrá –otra vez—al lado del pueblo y actuara en defensa y al servicio del pueblo y por el honor de México.