He allí los resultados de 15 años de Procampo: Narcotraficantes subsidiados. Recursos desviados. Beneficiarios simulados. Productores que cobran sin haber acreditado su trabajo o sin haber sembrado. Transferencias estatales multimillonarias a quienes menos las necesitan. Coincidencias entre los nombres registrados en el padrón y los nombres de funcionarios vinculados con la operación del programa. Esas irregularidades y muchas más están presentes en un instrumento de política pública mal concebido, mal instrumentado, mal aplicado y de consecuencias contraproducentes para el campo. Porque Procampo no ha aumentado la competitividad, pero sí ha reforzado las clientelas. No ha promovido la comercialización, pero sí ha creado un terreno fértil para la corrupción. No ha fomentado la productividad laboral del México rural, pero sí su manipulación política.
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