René Zúñiga I
Es 15 de Septiembre, la noche empieza en la tarde, la gente camina presurosa, los bares y restaurantes llenos, las calles y avenidas saturadas de vehículos y la mexicana alegría se hace presente de manera involuntaria. La ciudad dominada por los colores patrios: verde, blanco y rojo, mientras en las banquetas, los comerciantes ambulantes maldicen la humedad y la lluvia, que ha mantenido en estado de alerta a quienes forman parte de las estadísticas de la economía informal, miles de mexicanos que no ven la suya, esa generación de la crisis permanente que viven al día. Hay ventas, hay para enfrentar el día siguiente. Estas se ausentan y en casa no hay más que miseria y desesperanza,
Las horas transcurren con solvencia, la lluvia arrogante moja todo, las nubes cubren la ciudad más grande del planeta y la oscuridad va lentamente vulnerando la poca luz artificial que describe formas y líneas para darle paso a la noche esperada por muchos, poco valen las palabras del señor Carstens, nadie quiere recordar la escalada de impuestos por venir, menos aún el despido de diez mil burócratas que el sereno secretario anunció con voz grave y con una silueta que no conoce de crisis. Leer Artículo aquí