MÉXICO, D.F., 22 de junio (apro).- En su último manuscrito para un artículo periodístico, en vísperas de ingresar a terapia intensiva, Carlos Monsiváis escribió:
“Nada más lógico y, a su modo, más eficiente, que la estrategia de autoengaño del gobierno federal. No son los únicos, desde luego, en este laberinto de afirmaciones que parten de la irrealidad y se alojan en la realidad más profunda, aquella que habitan los manufactureros de la verdad”.
Era el 27 de marzo. Aún estaba reciente el homicidio de dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey –la misma institución que entonces dirigía como rector Rafael Rangel Sostmann, recientemente “renunciado”–, y el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, volvió a recetar en una de sus carismáticas ruedas de prensa la explicación calderonista del “fuego cruzado”, que avalaba la tesis del “daño colateral” expuesta por el secretario de la Defensa, Guillermo Galván.
“No estoy ironizando –escribió Monsiváis. ¿Cómo puede explicarse de otra manera que el secretario de Gobernación hable de la línea de fuego en el combate en el Tec de Monterrey y que los estudiantes habían estado del lado bueno y por ello resultaron asesinados por los sicarios? No lo dice en serio como secretario de Gobernación. Lo dice, y muy en serio, como poder y lector del secretario de Gobernación”.
La mejor prueba de que los poderosos no leen o no les gusta asimilar lo que leen de Monsiváis respecto de sus propias palabras nos la acaba de recetar el mismo personaje. Fernando Gómez Mont, tan perspicaz como siempre, acaba de descubrir que el problema de la violencia en el país no es la violencia misma, sino el lenguaje utilizado por los medios.
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“Nada más lógico y, a su modo, más eficiente, que la estrategia de autoengaño del gobierno federal. No son los únicos, desde luego, en este laberinto de afirmaciones que parten de la irrealidad y se alojan en la realidad más profunda, aquella que habitan los manufactureros de la verdad”.
Era el 27 de marzo. Aún estaba reciente el homicidio de dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey –la misma institución que entonces dirigía como rector Rafael Rangel Sostmann, recientemente “renunciado”–, y el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, volvió a recetar en una de sus carismáticas ruedas de prensa la explicación calderonista del “fuego cruzado”, que avalaba la tesis del “daño colateral” expuesta por el secretario de la Defensa, Guillermo Galván.
“No estoy ironizando –escribió Monsiváis. ¿Cómo puede explicarse de otra manera que el secretario de Gobernación hable de la línea de fuego en el combate en el Tec de Monterrey y que los estudiantes habían estado del lado bueno y por ello resultaron asesinados por los sicarios? No lo dice en serio como secretario de Gobernación. Lo dice, y muy en serio, como poder y lector del secretario de Gobernación”.
La mejor prueba de que los poderosos no leen o no les gusta asimilar lo que leen de Monsiváis respecto de sus propias palabras nos la acaba de recetar el mismo personaje. Fernando Gómez Mont, tan perspicaz como siempre, acaba de descubrir que el problema de la violencia en el país no es la violencia misma, sino el lenguaje utilizado por los medios.