Menciónale la palabra “monopolio” a cualquier mexicano y lo primero que suele venirle a la mente es el nombre de Carlos Slim, el mítico empresario más rico del mundo que vio crecer su fortuna tras la privatización de Telmex.
Paradójicamente, ese poder económico del que goza le permite desdibujar otros monopolios y traer la competencia a la mesa de juego, convirtiéndolo en el único capaz de poner a sudar a otras industrias fuertemente concentradas en el país.
Su movida más reciente consiste en ingresar al mercado del cemento a través de una inversión de 250 millones de dólares en Elementia, en asociación con Antonio del Valle.
Si bien todavía falta mucho por hacer para llegar a ser un gigante (tendrá una planta hasta el 2013), esto pone nervioso a líderes de la industria como CEMEX.
Slim no es un ajeno a la industria de la construcción, a través de una subsidiaria del Grupo Carso ha estado construyendo proyectos de infraestructura por años.
Por ejemplo, en el reporte anual de Carso se presumen proyectos tan importantes como la Línea 12 del metro de la Ciudad de México y la autopista Culiacán.
Pero especialmente Slim ha estado construyendo para la industria petroquímica, lo que podría explicar la asociación con Antonio del Valle, dueño de Mexichem.
Es decir, Slim no tendrá dificultades para obtener clientes para su nueva cementera, pues de entrada tiene a una empresa química importante como socia y la experiencia para vender al gobierno federal.
Grupo diversificado
Tampoco es la primera vez que Slim incursiona en otras industrias. Sus inversiones tocan casi todos los rincones del país.
La más conocida rama de su grupo es América Móvil, propietaria indirecta de Telmex y Telcel en México, pero también de otros operadores de servicios de telefonía en Argentina, Brasil, Colombia, Chile y otro puñado de países.
Grupo Carso además tiene una importante división de ventas al menudeo a través del Grupo Sanborns, que controla Sears, Sanborns, Saks Fifth Avenue, MixUp, entre otras.
La industria financiera también tiene un toque Slim, a través del Grupo Financiero Inbursa, que cuenta con más de 8 millones de clientes.
También ha incursionado en aerolíneas a través de Volaris; en la minería, con Frisco, y en la fabricación de productos de cobre y PVC con Nacobre y muchas otras pequeñas empresas.
Ni el futbol se salva
Hace algunos meses Slim compró el 30 por ciento de las acciones de Grupo Pachuca que incluye a los Tuzos y León, y en días pasados anunció que está en pláticas para comprar a los Tiburones Rojos del Veracruz.
Hasta hoy, la única industria en la que le ha costado ingresar es la de medios de comunicación, que sigue altamente concentrada por el duopolio Televisa-TV Azteca.
Si bien en el extranjero Slim ha invertido en el New York Times y ha lanzado su cadena de televisión por Internet, en México sus ambiciones se han retrasado ante el poder de las televisoras abiertas.
Por ejemplo, el servicio que lanzó de TV satelital, Dish, ha tenido dificultades para despegar porque las grandes se rehúsan a ofrecer sus canales.
La disputa de Slim con Ricardo Salinas Pliego y Emilio Azcárraga Jean, dueños de TV Azteca y Televisa, se ha tornado tan agria que los ha unido en contra de Slim.
Aquello podría ser una de las muchas razones que impulsaron a los empresarios a entablar una alianza para invertir en el mercado de la telefonía móvil a través de Iusacell, misma que ha sido cuestionada tanto por autoridades como por expertos.
En pocas palabras, hay indicios de que se ha roto, al menos en los niveles empresariales más altos, la antigua costumbre de no afectar a los grandes negocios de amigos.
Mercado más abierto
Una vez más, Slim incursiona en un mercado no necesariamente monopolizado, pero sí altamente concentrado. Estas disputas benefician a los consumidores pues provoca más competencia en los mercados.
Que el beneficiario de ello sea el hombre más rico del mundo no tiene porqué sorprendernos, o más aun afectar la valoración que deberíamos otorgar a un mercado más abierto a la competencia.
Al final del día Carlos Slim no es tan diferente a muchos pequeños, medianos y grandes empresarios, cree en la competencia, solo que no necesariamente en las industrias que ya domina.
Slim defiende a Telmex y Telcel más que a ninguna otra de sus empresas.
Pero si sus inversiones hacen lo que ni la Comisión Federal de Competencia, ni el ejecutivo federal, ni las cortes o el congreso han podido hacer: imponer competencia en los mercados mexicanos… ¡pues bienvenida!
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