El fracaso, el futuro
Rosalía Vergara
Ninguna medicina ha funcionado y la izquierda mexicana, en particular el PRD, sigue empeñada en exponer su vida política y su salud ideológica y, en suma, lo que pueda quedar de credibilidad ante sus fracasos y conductas facciosas. Frente a este escenario crítico, que se complica a raíz de la anulación de la elección interna en ese partido, las posibilidades de la izquierda institucional para incidir como oposición se reducen hoy al mínimo, con la consecuente probabilidad de un descalabro mayúsculo en las elecciones de 2009. ¿Qué clase de enfermedad mantiene a la izquierda y al PRD en las condiciones de postración en que se encuentran ahora? ¿Qué futuro, en el supuesto menos pesimista, les aguarda? Dos exintegrantes del PRD, un connotado historiador y un escritor y ensayista –Ifigenia Martínez, José Woldenberg, Lorenzo Meyer y Carlos Montemayor, respectivamente– ofrecen a los lectores de Proceso sus respuestas al respecto.
Izquierda mediocre, país mediocre
En un análisis que hace para Proceso en torno de la situación de la izquierda y el perredismo, el historiador Lorenzo Meyer afirma:
“El PRD está enfrascado en una lucha contra sí mismo quizás igual o más intensa que la sostenida contra el PAN, el PRI y la derecha en general.”
Más aún, considera que el liderazgo del PRD no es brillante, además de hallarse dividido entre quienes militan por convicción y quienes lo hacen por conveniencia.
Investigador y profesor de El Colegio de México, y autor de Liberalismo autoritario. Las contradicciones del sistema político mexicano y Fin de régimen y democracia incipiente. México hacia el siglo XXI, entre otros libros, Meyer explica:
“Si somos demócratas podemos aceptar que luego la derecha llegue por las mismas vías y que las urnas pongan y quiten. En verdad nunca habrá un triunfo completo o una derrota completa. Entonces, el arte de negociar y transigir es el que no manejan los perredistas. En cambio, la derecha en general no es tan ideológica. Es más pragmática; tiene intereses, no ideología.”
Es por eso, plantea, que los panistas pueden negociar con los priistas. Y pone como ejemplo los casos del panista Diego Fernández de Cevallos y el expresidente Carlos Salinas, quienes llegaron a un acuerdo político “que no han roto del todo con tal de mantener sus posiciones”.
Pero eso –puntualiza– no lo tiene el PRD. “Por el contrario, sus militantes tienen un defecto: la pureza por la pureza. Cada corriente interna es como un coto de poder, y esto se vuelve un poco demencial.”
–Esto quiere decir que el proyecto de partido del PRD, en el que chocan corrientes y grupos de poder, es un problema…
–Sí, es un problema que no sé cómo se resolverá porque el PRD nació así: como una corriente que se unió al ingeniero Cárdenas, algunos por convicción y otros por conveniencia. Muchos venían del PRI y ese partido es una amalgama en donde las ideas sólo son instrumentos. No hay que tomárselas en serio. Entonces, en la escuela del PRI se aprende a usar un discurso y comportarse de otra manera, y eso se trasladó en parte al PRD.
–¿Hay futuro para la izquierda, para el PRD?
–Para el PRD no sé. Para la izquierda en México debe haber futuro por una razón simple: el país es un muestrario de injusticias, de impunidades, de corrupción. ¡Vaya que hay futuro para la izquierda! O más bien: hay una tarea enorme para la izquierda, porque la derecha no la va a hacer. Cómo va a enderezar la justicia social en México, si vive de la desigualdad. Entre más injusticia, mejor para ellos.
Meyer asegura que la demasiada injusticia que alimenta a los grupos de derecha terminará por afectarlos. Y por eso, dice, él suponía que iban a ser más inteligentes y dejarían a la izquierda asumir la presidencia en 2006, con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza.
Para ilustrar su argumento, Meyer recuerda lo que ocurrió en España a la muerte de Francisco Franco:
“Ahí no hubo ni un gran capitalista que perdiera nada con la muerte del dictador. Llegó la democracia y posteriormente los socialistas no fusilaron a nadie ni expropiaron nada, pero sí introdujeron un cierto límite a la crispación y choque entre izquierda y derecha, que está fuerte en España. Allá todos aceptan las reglas del juego; en México no. Una derecha inteligente hubiera aceptado eso. No les hubiera pasado nada, hubieran dado lecciones de democracia y legitimidad de derecha.”
–¿Podríamos decir entonces que los problemas de la izquierda benefician a la derecha? ¿Que las malas decisiones de la derecha pueden crear un caldo de cultivo para el movimiento social?
–Muy bien dicho. Es la diferencia entre el aquí, el ahora y el largo plazo.
–¿En qué derivaría toda esta suma de culpabilidades?
–En que el país sea un país mediocre, que se perpetúen la mediocridad, el cinismo colectivo, la falta de confianza (…) El fracaso del PRD es en realidad el fracaso del proyecto de país. Parece que ahorita lo pagan nada más el PRD y la izquierda, pero vamos a pagarlo todos, incluyendo la derecha, que está muy contenta con su triunfo. Pero si alguien de ellos tuviera la perspectiva de un país a futuro, estaría muy preocupado y la derrota del PRD sería su propia derrota.
¿Qué significarán para el PRD sus errores y su fracaso? ¿Cuál será el costo más alto que podrá pagar ese partido en las elecciones legislativas de 2009?
“La credibilidad, más que los votos”, sentencia Meyer. l
Rosalía Vergara
Ninguna medicina ha funcionado y la izquierda mexicana, en particular el PRD, sigue empeñada en exponer su vida política y su salud ideológica y, en suma, lo que pueda quedar de credibilidad ante sus fracasos y conductas facciosas. Frente a este escenario crítico, que se complica a raíz de la anulación de la elección interna en ese partido, las posibilidades de la izquierda institucional para incidir como oposición se reducen hoy al mínimo, con la consecuente probabilidad de un descalabro mayúsculo en las elecciones de 2009. ¿Qué clase de enfermedad mantiene a la izquierda y al PRD en las condiciones de postración en que se encuentran ahora? ¿Qué futuro, en el supuesto menos pesimista, les aguarda? Dos exintegrantes del PRD, un connotado historiador y un escritor y ensayista –Ifigenia Martínez, José Woldenberg, Lorenzo Meyer y Carlos Montemayor, respectivamente– ofrecen a los lectores de Proceso sus respuestas al respecto.
Izquierda mediocre, país mediocre
En un análisis que hace para Proceso en torno de la situación de la izquierda y el perredismo, el historiador Lorenzo Meyer afirma:
“El PRD está enfrascado en una lucha contra sí mismo quizás igual o más intensa que la sostenida contra el PAN, el PRI y la derecha en general.”
Más aún, considera que el liderazgo del PRD no es brillante, además de hallarse dividido entre quienes militan por convicción y quienes lo hacen por conveniencia.
Investigador y profesor de El Colegio de México, y autor de Liberalismo autoritario. Las contradicciones del sistema político mexicano y Fin de régimen y democracia incipiente. México hacia el siglo XXI, entre otros libros, Meyer explica:
“Si somos demócratas podemos aceptar que luego la derecha llegue por las mismas vías y que las urnas pongan y quiten. En verdad nunca habrá un triunfo completo o una derrota completa. Entonces, el arte de negociar y transigir es el que no manejan los perredistas. En cambio, la derecha en general no es tan ideológica. Es más pragmática; tiene intereses, no ideología.”
Es por eso, plantea, que los panistas pueden negociar con los priistas. Y pone como ejemplo los casos del panista Diego Fernández de Cevallos y el expresidente Carlos Salinas, quienes llegaron a un acuerdo político “que no han roto del todo con tal de mantener sus posiciones”.
Pero eso –puntualiza– no lo tiene el PRD. “Por el contrario, sus militantes tienen un defecto: la pureza por la pureza. Cada corriente interna es como un coto de poder, y esto se vuelve un poco demencial.”
–Esto quiere decir que el proyecto de partido del PRD, en el que chocan corrientes y grupos de poder, es un problema…
–Sí, es un problema que no sé cómo se resolverá porque el PRD nació así: como una corriente que se unió al ingeniero Cárdenas, algunos por convicción y otros por conveniencia. Muchos venían del PRI y ese partido es una amalgama en donde las ideas sólo son instrumentos. No hay que tomárselas en serio. Entonces, en la escuela del PRI se aprende a usar un discurso y comportarse de otra manera, y eso se trasladó en parte al PRD.
–¿Hay futuro para la izquierda, para el PRD?
–Para el PRD no sé. Para la izquierda en México debe haber futuro por una razón simple: el país es un muestrario de injusticias, de impunidades, de corrupción. ¡Vaya que hay futuro para la izquierda! O más bien: hay una tarea enorme para la izquierda, porque la derecha no la va a hacer. Cómo va a enderezar la justicia social en México, si vive de la desigualdad. Entre más injusticia, mejor para ellos.
Meyer asegura que la demasiada injusticia que alimenta a los grupos de derecha terminará por afectarlos. Y por eso, dice, él suponía que iban a ser más inteligentes y dejarían a la izquierda asumir la presidencia en 2006, con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza.
Para ilustrar su argumento, Meyer recuerda lo que ocurrió en España a la muerte de Francisco Franco:
“Ahí no hubo ni un gran capitalista que perdiera nada con la muerte del dictador. Llegó la democracia y posteriormente los socialistas no fusilaron a nadie ni expropiaron nada, pero sí introdujeron un cierto límite a la crispación y choque entre izquierda y derecha, que está fuerte en España. Allá todos aceptan las reglas del juego; en México no. Una derecha inteligente hubiera aceptado eso. No les hubiera pasado nada, hubieran dado lecciones de democracia y legitimidad de derecha.”
–¿Podríamos decir entonces que los problemas de la izquierda benefician a la derecha? ¿Que las malas decisiones de la derecha pueden crear un caldo de cultivo para el movimiento social?
–Muy bien dicho. Es la diferencia entre el aquí, el ahora y el largo plazo.
–¿En qué derivaría toda esta suma de culpabilidades?
–En que el país sea un país mediocre, que se perpetúen la mediocridad, el cinismo colectivo, la falta de confianza (…) El fracaso del PRD es en realidad el fracaso del proyecto de país. Parece que ahorita lo pagan nada más el PRD y la izquierda, pero vamos a pagarlo todos, incluyendo la derecha, que está muy contenta con su triunfo. Pero si alguien de ellos tuviera la perspectiva de un país a futuro, estaría muy preocupado y la derrota del PRD sería su propia derrota.
¿Qué significarán para el PRD sus errores y su fracaso? ¿Cuál será el costo más alto que podrá pagar ese partido en las elecciones legislativas de 2009?
“La credibilidad, más que los votos”, sentencia Meyer. l