Proceso
Desde la creación del PRD, sus militantes han vivido una serie de cambios que, paradójicamente, ahora mantienen paralizada a esa organización política debido a que sus corrientes internas no han sabido superar sus diferencias en la toma de decisiones internas.
El comentario es de José Woldenberg, cofundador del Partido Socialista Unificado de México a mediados de los ochenta, y en 1989 del PRD, al que renunció en abril de 1991 como consecuencia precisamente de esas desavenencias.
Entrevistado en sus oficinas de la revista Nexos, que dirige desde marzo de 2004, explica:
“Al PRD llegaron quienes se escindieron del PRI, los que venían del Partido Mexicano Socialista, que a su vez eran partidos que habían unificado a varios partidos de izquierda y a su vez habían aglutinado a varias organizaciones de izquierda. Ahí estaba su riqueza y su fuerza, pero paradójicamente estaba parte de su debilidad, porque al existir esa diversidad era difícil ponerlos de acuerdo.”
Woldenberg, quien de 1994 a 1996 fue consejero del Instituto Federal Electoral, cuyo Consejo General presidió de 1996 a 2003, evoca los tiempos en que se dio el proceso de unificación de la izquierda a finales de los ochenta para dar origen al PRD.
Lo anterior, dice, representó un problema para el PRD junto con los liderazgos de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, sin los cuales, sostiene, ese partido no hubiera crecido hasta convertirse en la segunda fuerza electoral del país.
Así, reconoce que “el PRD ha sido motor y usufructuario del cambio democratizador en México”. Es más: considera que “sin este partido es imposible explicarse el cambio democrático en los últimos años”.
Explica: “Hoy el PRD gobierna seis estados de la República, es la segunda fuerza en la Cámara de Diputados, la tercera en el Senado, y sin embargo, se sigue comportando como si fuera un partido de oposición y no de gobierno y oposición”, debido a que no ha ganado el gobierno federal.
Esa actitud de sus militantes, dice, lleva al organismo a contradecir su propio discurso, así como las conquistas políticas y electorales logradas.
“El PRD fue capaz de trascender la atomización de la izquierda, hacerla una fuerza competitiva, tener visibilidad pública, ser un actor central y, claro, legítimamente gobernar al país”, afirma. Y tras un corto silencio matiza: “Bueno, sólo esto último no lo ha logrado, aunque ha estado muy cerca… aún tiene posibilidades”.
Woldenberg asegura que en el PRD conviven dos almas distintas, debido a la pluralidad de fuerzas políticas que lo constituyen. Una de éstas, afirma, no se ha podido despojar de la pulsión revolucionaria y cree que aún debe tener los pies en el desplome para la construcción de un nuevo Estado que ellos encabecen.
“La otra, claramente gradualista, reformista y democrática, sabe que el PRD es una fuerza obligada a coexistir con las otras. Está consciente de que ningún exorcista va a lograr que desaparezcan las demás fuerzas, y menos las internas. Sabe también que quien no comparte de manera inmediata la ideología del partido se convierte automáticamente en enemigo.”
Y sintetiza: “Al final, cuando uno cree que encarna la verdad, la virtud, el progresismo, las buenas causas y los otros no son más que el mal encarnado, pues uno cree que es legítimo hacer lo que sea con tal de ganar, y creo que es el núcleo más duro que en alguna manera explica lo que vive el PRD”.
–¿El problema tiene que ver con cuestiones ideológicas?
–También. Como decía, no creo que haya una causa, sino todas estas causas. Si uno lee con cuidado los planteamientos de una y otra planilla encuentra diferencias ideológicas: unos militantes tienen una pulsión más reformista; otros tienen una pulsión más bien revolucionarista.
“No obstante las diferencias, considero que tienen razones para seguir juntos. Es decir: si siguen unidos tendrán la posibilidad de ganar las elecciones presidenciales de 2012. Otra buena razón es, creo, que el PRD reconoce que es la desembocadura más importante de la izquierda y puede mantenerse y dar la lucha interna. Pero hay una que no es tan buena y es el registro.”
Se le pregunta a Woldenberg qué debe hacer ese partido para solucionar su crisis. “Tiene que buscar formas de coexistencia y reglas claras”, responde. Y precisa: Si dos corrientes políticas no pueden coexistir en un partido, debería haber una fórmula para que se separaran y pudieran seguir gozando del financiamiento público.
También habla de la tensión que hay entre el PRD, el Frente Amplio Progresista (FAP) encabezado por Porfirio Muñoz Ledo, y la Convención Nacional Democrática (CND) liderada por López Obrador. En esa tensión, dice, se expresa la relación directa entre un líder y una masa, y en la cual el dirigente no puede ser cuestionado.
Explica: “La única manera legítima de llegar al gobierno es a través de elecciones, y si esto se mantiene, los partidos son insustituibles. Esto lo debe entender la izquierda.”
Para Woldenberg, otro punto fallido de la izquierda es su falta de habilidad para tender puentes con el gobierno, los empresarios, el mundo intelectual, los medios de comunicación masiva y las instituciones autónomas.
“No puedes descalificar a todo el entramado nacional de un brochazo. Entre otras cosas porque la izquierda vive en ese entramado nacional. Tampoco puedes desconocer a la Cámara de Diputados ni al Senado ni al jefe de Gobierno del Distrito Federal. Además, el PRD tiene cinco gobernadores y gobierna en 14 de las 16 delegaciones políticas en la Ciudad de México. ¡Hombre! ¿Cómo se puede hablar de esa manera (en el PRD)?”
Y añade: “Los perredistas tienen que actuar como oposición en muchos de los temas en los que no están de acuerdo con el gobierno federal, por supuesto, pero tienen que asumir que son gobierno también.”
Así, considera que el discurso del fraude electoral fue una “camisa de fuerza” que se construyó el PRD y que ahora le resulta contraproducente y le impide maniobrar en el ámbito nacional.
Pero esta crisis interna, advierte, no sólo perjudica al PRD, sino al país, que requiere una izquierda fuerte, implantada, propositiva, democrática. “Hasta ahora los ganones han sido sus adversarios políticos”.
Woldenberg confía en que a pesar de estos problemas habrá unidad en la izquierda, siempre que se reconozcan las diferencias sin descalificar en automático al otro. El PRD, insiste, tiene futuro. Hoy, “México vive una democracia contrahecha, y dada la desigualdad, la pobreza y los problemas sociales, la izquierda todavía es atractiva”. l
Desde la creación del PRD, sus militantes han vivido una serie de cambios que, paradójicamente, ahora mantienen paralizada a esa organización política debido a que sus corrientes internas no han sabido superar sus diferencias en la toma de decisiones internas.
El comentario es de José Woldenberg, cofundador del Partido Socialista Unificado de México a mediados de los ochenta, y en 1989 del PRD, al que renunció en abril de 1991 como consecuencia precisamente de esas desavenencias.
Entrevistado en sus oficinas de la revista Nexos, que dirige desde marzo de 2004, explica:
“Al PRD llegaron quienes se escindieron del PRI, los que venían del Partido Mexicano Socialista, que a su vez eran partidos que habían unificado a varios partidos de izquierda y a su vez habían aglutinado a varias organizaciones de izquierda. Ahí estaba su riqueza y su fuerza, pero paradójicamente estaba parte de su debilidad, porque al existir esa diversidad era difícil ponerlos de acuerdo.”
Woldenberg, quien de 1994 a 1996 fue consejero del Instituto Federal Electoral, cuyo Consejo General presidió de 1996 a 2003, evoca los tiempos en que se dio el proceso de unificación de la izquierda a finales de los ochenta para dar origen al PRD.
Lo anterior, dice, representó un problema para el PRD junto con los liderazgos de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, sin los cuales, sostiene, ese partido no hubiera crecido hasta convertirse en la segunda fuerza electoral del país.
Así, reconoce que “el PRD ha sido motor y usufructuario del cambio democratizador en México”. Es más: considera que “sin este partido es imposible explicarse el cambio democrático en los últimos años”.
Explica: “Hoy el PRD gobierna seis estados de la República, es la segunda fuerza en la Cámara de Diputados, la tercera en el Senado, y sin embargo, se sigue comportando como si fuera un partido de oposición y no de gobierno y oposición”, debido a que no ha ganado el gobierno federal.
Esa actitud de sus militantes, dice, lleva al organismo a contradecir su propio discurso, así como las conquistas políticas y electorales logradas.
“El PRD fue capaz de trascender la atomización de la izquierda, hacerla una fuerza competitiva, tener visibilidad pública, ser un actor central y, claro, legítimamente gobernar al país”, afirma. Y tras un corto silencio matiza: “Bueno, sólo esto último no lo ha logrado, aunque ha estado muy cerca… aún tiene posibilidades”.
Woldenberg asegura que en el PRD conviven dos almas distintas, debido a la pluralidad de fuerzas políticas que lo constituyen. Una de éstas, afirma, no se ha podido despojar de la pulsión revolucionaria y cree que aún debe tener los pies en el desplome para la construcción de un nuevo Estado que ellos encabecen.
“La otra, claramente gradualista, reformista y democrática, sabe que el PRD es una fuerza obligada a coexistir con las otras. Está consciente de que ningún exorcista va a lograr que desaparezcan las demás fuerzas, y menos las internas. Sabe también que quien no comparte de manera inmediata la ideología del partido se convierte automáticamente en enemigo.”
Y sintetiza: “Al final, cuando uno cree que encarna la verdad, la virtud, el progresismo, las buenas causas y los otros no son más que el mal encarnado, pues uno cree que es legítimo hacer lo que sea con tal de ganar, y creo que es el núcleo más duro que en alguna manera explica lo que vive el PRD”.
–¿El problema tiene que ver con cuestiones ideológicas?
–También. Como decía, no creo que haya una causa, sino todas estas causas. Si uno lee con cuidado los planteamientos de una y otra planilla encuentra diferencias ideológicas: unos militantes tienen una pulsión más reformista; otros tienen una pulsión más bien revolucionarista.
“No obstante las diferencias, considero que tienen razones para seguir juntos. Es decir: si siguen unidos tendrán la posibilidad de ganar las elecciones presidenciales de 2012. Otra buena razón es, creo, que el PRD reconoce que es la desembocadura más importante de la izquierda y puede mantenerse y dar la lucha interna. Pero hay una que no es tan buena y es el registro.”
Se le pregunta a Woldenberg qué debe hacer ese partido para solucionar su crisis. “Tiene que buscar formas de coexistencia y reglas claras”, responde. Y precisa: Si dos corrientes políticas no pueden coexistir en un partido, debería haber una fórmula para que se separaran y pudieran seguir gozando del financiamiento público.
También habla de la tensión que hay entre el PRD, el Frente Amplio Progresista (FAP) encabezado por Porfirio Muñoz Ledo, y la Convención Nacional Democrática (CND) liderada por López Obrador. En esa tensión, dice, se expresa la relación directa entre un líder y una masa, y en la cual el dirigente no puede ser cuestionado.
Explica: “La única manera legítima de llegar al gobierno es a través de elecciones, y si esto se mantiene, los partidos son insustituibles. Esto lo debe entender la izquierda.”
Para Woldenberg, otro punto fallido de la izquierda es su falta de habilidad para tender puentes con el gobierno, los empresarios, el mundo intelectual, los medios de comunicación masiva y las instituciones autónomas.
“No puedes descalificar a todo el entramado nacional de un brochazo. Entre otras cosas porque la izquierda vive en ese entramado nacional. Tampoco puedes desconocer a la Cámara de Diputados ni al Senado ni al jefe de Gobierno del Distrito Federal. Además, el PRD tiene cinco gobernadores y gobierna en 14 de las 16 delegaciones políticas en la Ciudad de México. ¡Hombre! ¿Cómo se puede hablar de esa manera (en el PRD)?”
Y añade: “Los perredistas tienen que actuar como oposición en muchos de los temas en los que no están de acuerdo con el gobierno federal, por supuesto, pero tienen que asumir que son gobierno también.”
Así, considera que el discurso del fraude electoral fue una “camisa de fuerza” que se construyó el PRD y que ahora le resulta contraproducente y le impide maniobrar en el ámbito nacional.
Pero esta crisis interna, advierte, no sólo perjudica al PRD, sino al país, que requiere una izquierda fuerte, implantada, propositiva, democrática. “Hasta ahora los ganones han sido sus adversarios políticos”.
Woldenberg confía en que a pesar de estos problemas habrá unidad en la izquierda, siempre que se reconozcan las diferencias sin descalificar en automático al otro. El PRD, insiste, tiene futuro. Hoy, “México vive una democracia contrahecha, y dada la desigualdad, la pobreza y los problemas sociales, la izquierda todavía es atractiva”. l