Temacapulín: la lucha de un pueblo
Cuando uno llega a Temacapulín es imposible no observar la resistencia, no sentirla ni compartirla. Mantas, cartulinas y bardas pintadas dicen que aquí se queda Temaca, que no se muere ni se va, que no se inunda. Los mensajes son claros, nítidos, ineludibles: “Estamos bien ubicados. No queremos su nuevo centro de población”, “Temacapulín, pueblo que es patrimonio de la humanidad, dice no a la presa de El Zapotillo”, “Virgencita protege a tu pueblo Temacapulín”, “Piensa. No a la reubicación, no a la presa. Temaca te queremos, Temaca, te defendemos: para que se atengan Conagua y CEA”, “No a la pinche presa”, “nuestra tierra no se vende, nuestra tierra se defiende”.
Un pueblo acosado
Desde 2005, los habitantes de Temacapulín viven con angustia. No saben si ganarán o perderán, si su pueblo se quedará donde está o será reubicado. Las autoridades estatales de Jalisco y Guanajuato han intentado, según cuentan habitantes de la localidad, intimidar a los pobladores. Primero buscaron convencerlos, después dividirlos y ahora los hostigan. Porque poner a trabajar maquinaria pesada en los alrededores de Temaca es hostigamiento. Juan José Hernández Hernández, quien no quiere que su pueblo sea inundado, ha filmado varias excavadoras trabajando a algunos kilómetros de Temaca. Enojado, al mostrar los vídeos captados, dice que son “chingaderas”, que quieren intimidar a los de Temaca, pero que no lo van a lograr.
El 14 de julio de 2008, el Comité Salvemos Temacapulín, Acasico y Palmarejo emitió un comunicado donde señaló: “nos han intimidado y amenazado […] Todo esto está afectando la salud psicológica de ancianos, niños y pobladores en general. Además [la intención de construir la presa] ha congelado el desarrollo social de las comunidades que viven sumergidas en el miedo y la incertidumbre”. Sí, hoy en Temacapulín se vive intranquilidad, se respira inquietud, se experimenta zozobra. La señora María del Consuelo Carvajal menciona que “personas han muerto ya muy angustiadas. ¿Qué va a pasar con su familia, con su casa? También allá [en Acasico] nos han platicado que han muerto muchas personas. Que están enfermas, pero ya con la angustia, pues más enfermas se ponen y se han muerto”.
Varios pobladores del lugar refieren que no solamente las autoridades de Jalisco han intimidado a los habitantes de Temaca. También las de Guanajuato. De vez en cuando se ven varias camionetas con placas de ese estado (unas, incluso, con propaganda oficial) visitando a los poblados y tratando de convencerlos de los beneficios de la reubicación. Y es que el mayor provecho de la presa El Zapotillo lo tendrá dicho estado, de donde es el ex presidente Vicente Fox. Los rumores corren en Temaca y dicen, mencionan, susurran que la presa fue planeada por Fox para que su rancho, sus empresas y todas las industrias de León tengan agua. Por eso el reclamo no solamente es hacia los gobernadores de Jalisco y de Guanajuato: también es para la familia Fox.
El hostigamiento no solamente es con la insistencia de que la presa va, que la presa pronto, que la presa ya. La presión también se experimenta por medio de la angustia, de vivir tres años (desde que se anunció la edificación de la presa) sin saber qué hacer con las casas, con el pueblo: ¿construir más si ya todo, pronto, desaparecerá?, ¿meterle unos centavitos a la finca, hacer arreglos en la cancha de futbol, invertir en el pueblo? La zozobra es mucha y se respira por todos lados: especialmente los ancianos viven agobiados y esto afecta su salud. Temacapulín ha quedado paralizado en estos años de desasosiego. Así lo mencionó en enero pasado el presidente de cronistas de Los Altos de Jalisco, Miguel Angel Casillas: “hace tres años que no se invierte un costal de cemento para esta comunidad y que nadie lo dice porque no les conviene: hace tres años que nadie quiere levantar un ladrillo ni levantar un adobe”. Así intentan matar a Temaca, con presión, con angustia, con congoja y ansiedad. Pero Temaca y quienes lo habitan se aferran: quieren que su pueblo, todas las mañanas, continúe naciendo.
La batalla del 15 de junio
La Comisión Estatal del Agua (a través de un volante) “invitó” el 15 de junio de 2008 a los habitantes de Temacapulín para que se discutiera la ubicación del “nuevo centro de población”. Esta labor de “consenso” fue encabezada por Héctor Javier Castañeda Náñez, director de Cuencas y Sustentabilidad (quien al mes, percibe 84,000 pesos por su invaluable labor), y verificada por el notario público Enrique Casillas Franco, de Tepatitlán. Este último elaboró un acta donde describe, desde su perspectiva y la de la CEA, lo sucedido ese 15 de junio. El relato comienza cuando Castañeda Náñez le comunica a Casillas Franco que se había “programado” una reunión “con los habitantes y propietarios de Temacapulín, Jalisco, con el objetivo de informar a estas personas sobre las alternativas de reubicación del centro de población de la misma localidad, pues de llevarse a cabo la construcción de la presa El Zapotillo, la localidad de Temacapulín se vería afectada, por lo que desde hace tiempo ya se ha venido platicando y teniendo reuniones informativas”. Esto demuestra que la presa va y que ya se ha decidido que se inundará Temaca.
El acta continúa en una redacción como de parte bélico. Afirma el notario que Castañeda Náñez manifestó que “había mandado una avanzada, pues sabía que la reunión que se había convocado había provocado efervescencia en los habitantes”, y ésta había informado que los de Temaca habían bloqueado la carretera. Se pensaron varias alternativas para ingresar al pueblo, como si se tratara de la toma de una ciudad por un ejército. Digamos, el ejército de la CEA. Se discutió y se reflexionó. ¿Cómo era posible que los habitantes de Temaca no quisieran una reunión con las ínclitas autoridades estatales? Castañeda Náñez propuso entrar por otro acceso que no fuera el que va de Cañadas de Obregón, pero alguien advirtió que “sería burlar el cerco que tenían los habitantes de Temacapulín” y eso provocaría “agresiones físicas”.
Por fin, relata el notario de Tepatitlán, se decidió hacer frente a la amenaza del pueblo enardecido e ingresar por el acceso principal “en varios vehículos, los cuales eran resguardados por dos camionetas con elementos de la Dirección de Seguridad Pública del Estado”. La batalla, la guerra, la conflagración: estaba en marcha la “toma de Temaca” encabezada por la CEA. Cuando los miembros de la dependencia gubernamental avizoraron peligro, es decir, a la gente de Temaca que acababa de salir de una misa al aire libre para celebrar el día del padre, se apearon de sus vehículos. Héctor Castañeda, cual héroe de La Iliada y La Odisea, “tomó la decisión” de caminar rumbo al pueblo e ingresar en él. Se topó con los pobladores y comenzaron las explicaciones del por qué estaba cerrado el acceso al pueblo. Narra el notario Casillas que pudo observar “a ojo de buen cubero” que “cuando menos cuatro o cinco personas no tenían pinta de ser lugareños o pobladores de Temacapulín”. A algunos los describe nítidamente: “un hombre que traía una camiseta negra con una calavera al frente”. Seguramente portar ropa con calaveras no va con el día del padre.
Después de ingresar al poblado, el notario se dio a la tarea de recolectar datos de las personas que no tenían “pinta” de ser de Temacapulín, y les preguntó, arriesgando su físico (pues “estas personas eran las más agresivas”), de dónde eran. Su ojo avispado no falló: vivían en Guadalajara y “pertenecían a no sé qué grupo ecologista”. Sediciosos, pues, que “estan agitando a la gente”. La reunión no se celebró porque no había gente en el hotel donde la CEA había “invitado” a los pobladores. Pero siempre siguiendo su noble labor, Héctor Castañeda y sus acompañantes colocaron tres planos topográficos donde se veían los lugares para la reubicación. Los montaron, les tomaron fotos para que “quedara constancia que la intención de la CEA fue siempre la de llevar a cabo la reunión informativa para la que se había citado”, los desmontar y se fueron. Antes de salir del pueblo y subirse nuevamente a sus camionetas, describe el notario, los “manifestantes”, es decir, el pueblo perverso de Temacapulín, “se pusieron a gritar una serie de ofensas y palabras altisonantes”. En Temaca, pues, mucha gente mal educada: la CEA quería amistad e iba a conversar con ellos, a informarles, a darles el poder de decisión: decidir adónde quieren ser echados después de que su pueblo se muera, o más bien, sea asesinado.
La resistencia
Temaca resiste porque no quiere dejar de existir, porque no quiere perderse ni rendirse, porque es parte de la vida oponerse ante el poderoso y ante las injusticias. Temaca resiste a la imprudencia y la soberbia de las autoridades de Jalisco y Guanajuato, al desdén mostrado por el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, y por los directivos de la CEA, encabezada por César Coll Carabias. Temaca resiste a la presión psicológica y a la visión que lo cataloga como un pueblo de migrantes pobres y fáciles de ser manipulados. Temaca resiste porque no se le pidió su opinión, porque sus habitantes no participaron en las tomas de decisiones cuando son ellos los principales afectados. Resiste porque es tiempo de resistir, de la unión y la organización, porque se toca y se maltrata la dignidad, porque se minusvalora la inteligencia del pueblo. La gente de Temaca no quiere la presa porque no se les consultó ni se les pidió su opinión al respecto. Un día llegaron y les avisaron que serían reubicados. Y no quieren ser echados de su pueblo porque piensan, sienten y están convencidos que poseen el inalienable derecho de elegir dónde vivir.
La señora Guadalupe Iñiguez está sentada en una banqueta descansando. Tiene más de 80 años de edad y todos los ha vivido en Temaca. Se cuestiona enojada al escuchar las palabras “presa El Zapotillo”: “¿por qué nos quieren echar de nuestro pueblo?” No encuentra respuestas. Menciona que les quieren “hacer unas casas de avispas, eso es lo que nos van a hacer, porque casas como las que tenemos, no”. Por eso piensa que “los del gobierno” son “unos embusteros”. Tiene un hermano en Guadalajara que trabajó mucho tiempo en “agarrar a los bandidos”, y él la tranquiliza diciéndole que no la van a hacer, que no se atreverán. Pero ella está nerviosa y enfadada con las autoridades: “va uno con el gobernador, pero no tiene palabra, ora dice que sí mañana dice que no: pos no. ¡Qué feos!” Al cuestionárseles que dos o tres pobladores de Temaca sí quieren vender sus casas y ser reubicados, alza la voz y se ríe: “dice una gente que la quieren [la presa] que porque les van a pagar en dólar, en mucho dinero. En dólar…, cállense la boca, como si uno no conociera el gobierno lo que es”.
Los de Temaca resisten, se enojan y también están dispuestos a luchar, a hacer todo lo posible para no dejar morir a su pueblo, para que no lo maten. No venden sus propiedades ni se dejan engañar con las mieles y la gloria que les ofrecen las autoridades estatales. La resistencia va y es pacífica, pero advierten, como lo hizo Gabriel Gutiérrez: “la defensa del pueblo estamos tratando de que sea pacífica, hasta ahora no hemos cerrado carreteras. […] Si en el momento en que se empieza a construir la presa, la gente opina que hay que entrarle más para adelante, pues más para adelante le vamos a entrar”. Temaca lucha, se despierta, y cuando un pueblo se levanta (hay muchas evidencias en la historia de México), los gobiernos injustos y déspotas que no miran nunca el pensar de sus gobernados suelen perder.