Ricardo Rocha
La ‘Belisario’, para Miguel Ángel
No sólo es un asunto de merecimientos, sino de conciencia de la nación, de reconocimiento ciudadano
A este país le hacen falta buenas noticias. Y una noticia magnífica sería la designación de Miguel Ángel Granados Chapa como recipiendario de la medalla Belisario Domínguez, máxima presea anual que otorga el Senado de la República y una de la más altas distinciones de la nación.
No me parece necesario un comparativo con los otros candidatos. Baste decir que todos ellos reúnen altísimos méritos para recibirla. Pero la posibilidad de Miguel Ángel es de suyo refulgente e inaplazable. No sólo es un asunto de merecimientos, sino de conciencia de la nación, de memoria histórica colectiva, de reconocimiento ciudadano y de la más elemental justicia. En pocas palabras, al premiar a Granados Chapa nos estaremos premiando a nosotros mismos.
Durante casi medio siglo él ha sido un Quijote infatigable por las mejores causas de las mujeres y los hombres: la transparencia, la justicia, la equidad, la solidaridad y la democracia. Un denunciante impecable e implacable de las sombras malolientes de fraudes, complicidades, latrocinios y toda suerte de abusos de los protagonistas del poder. Pero a la vez un amoroso y sensible cronista de los episodios más luminosos en las luchas democráticas de los ciudadanos más humildes y esforzados del país. Así, el obligado referente en que se ha convertido su columna “Plaza Pública” es un espacio plural en el que lo mismo se analizan los grandes temas que los aparentemente pequeños asuntos que competen a los marginados, pero que en la pluma de Miguel Ángel adquieren relevancia nacional.
Granados Chapa es, por sí mismo, un personaje trascendente en nuestra historia reciente. Además de su ejemplar ejercicio periodístico tendremos que agradecerle su formidable contribución a nuestra democracia cuando del 94 al 96, como consejero ciudadano y al lado de otras figuras señeras como José Woldenberg y José Agustín Ortiz Pinchetti, cimentó un IFE tan fuerte que ha resistido aún los explosivos sabotajes internos que sus sucesores le han endilgado en los años recientes.
Al periodista hay que añadirle al abogado que es no sólo un experto en leyes, sino un profundo conocedor del espíritu moral y social que las anima. Y a ambos, hay que sumar la gallardía de un extraordinario ser humano que libra todas sus batallas con una admirable fortaleza de espíritu, congruente siempre con su quehacer y vocación profesionales.
En suma, Granados Chapa es un Periodista de Estado. Así, con mayúsculas. Y con una forja cotidiana lo mismo en la palabra escrita que en la radio y la televisión. Medios todos donde destaca su dominio magistral en el imperio del lenguaje. En el que encuentra siempre los sustantivos y los adjetivos precisos para poner a cada quien en el lugar que le corresponde. Con una lucidez y un estilo tan propio que su columna sería inconfundible aunque no la firmara. Sin recurrir nunca a la ofensa, a la burla o la estridencia. No las necesita. Le bastan los términos exactos. Como que sabe de qué y para qué están hechas las palabras.
Justo es decir que en el listado cronológico de esta distinción hay algunos casos de compromisos políticos y coyunturales, si bien se ha mantenido un rango moral en la mayoría de los casos. Pero también es justo señalar que la propia medalla se prestigiará al otorgarse a un mexicano ejemplar como Miguel Ángel Granados Chapa. Cuya designación lo colocará formalmente entre los grandes periodistas en la historia de México y al lado del propio Belisario Domínguez.
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