jueves, 11 de septiembre de 2008

Indice Político

Por Francisco Rodríguez
Entre votos y bombas

El empleo del Terrorismo de Estado para promover el “voto del miedo” y desarticular la estrategia electoral del contrincante atrapa a México, por su vecindad, en el proceso de renovación de la Casa Blanca. Y es que analistas serios no descartan que, para mantener su hegemonía desde el Despacho Oval, los republicanos en el poder repitan a sus electores la “medicina” que les cure sus afanes democráticos: un ataque terrorista que justifique su permanencia en Irak y las medidas de estado de excepción en la que viven los estadounidenses. Por supuesto, que el mismo partido se mantenga en el poder.

La irrupción del terrorismo en una campaña electoral no es una novedad en la historia de las democracias, ni nació el 11 de marzo de 2004 en las proximidades de la madrileña estación ferroviaria de Atocha. La primera vez se empleó el terrorismo bacteriológico masivo contra la población civil y fue para intentar alterar unos resultados electorales, en 1984, cuando la secta de los rajneeshees trató de hacerse del control del condado norteamericano de Wasco mediante la intoxicación masiva de sus habitantes, llegando a infectar a 751 de ellos con salmonelosis.
Como sucedió en el 11M hispano, el resultado fue el contrario al buscado por los terroristas. Los residentes de Wasco, al darse cuenta de que su población estaba en peligro, se registraron y votaron en masa. El número de votantes para las elecciones de noviembre de 1984 fue, proporcionalmente, el mayor en la historia de Oregon. Los candidatos rajneeshees fueron derrotados, aunque las autoridades se tardaron más de un año en descubrir el origen y la motivación del envenenamiento masivo.
En la víspera de las elecciones de 2004, en su programa radiofónico, George W. Bush, dijo que el futuro de la guerra contra el terrorismo estaba en juego con su reelección. Bush utilizó su mensaje para defender su principal argumento de campaña: que él es el hombre más fuerte para lidiar con la amenaza terrorista. En cuatro años, la situación no ha cambiado. Los republicanos, su candidato John McCain, retoman la bandera enarbolada por el mandatario saliente. Y advierten de nuevas amenazas a la integridad de su territorio por reales o imaginarios enemigos
Y es por la vecindad de aquél con el nuestro, que los mexicanos bien podríamos quedar atrapados en esta estrategia, en la que, cual sucedió hace justo siete años, el Terrorismo de Estado eche a andar su funesta maquinaria para atemorizar a los estadounidenses y conseguir el apoyo electoral de éstos al candidato que promete “trabajar en conjunto con otros países” para defender a su país de las amenazas del terrorsimo.
Nula la popularidad del presidente saliente, aquejada la campaña del probable sucesor por decenas de problemas de credibilidad, a los republicanos les urge un ataque terrorista que justifique su política bélica y armamentista.
En su territorio o cerca de él.
Y es ahí en donde estamos atrapados.
¡Cuidado!
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