Por Jorge Lara Rivera
Temprano por la mañana, el miércoles, vía un telenoticiario, con la satisfacción del deber cumplido y rezumando buen humor, complacido con su oneroso e inepto desempeño en las blindadas oficinas donde despacha, Agustín Carstens, el “aprendiz de brujo” de la Secretaría de Hacienda nos ha hecho saber cómo se vengará el régimen por los reparos puestos a su proyectada genial “venta de garage” de PEMEX, sin preocuparle que el castillo de naipes de las finanzas nacionales se desmorone y amenace con aplastar a la sociedad.
Ya era grave que las proyecciones de crecimiento de nuestra economía se quitaran las máscaras optimistas y dieran, a lo sumo, un ridículo 2.9%. No menos perturbador es que el abundante desempleo (¿no que no?) durante “la presidencia del empleo” estimule más emigrantes, mendicidad y delincuencia. Y que ahora el dato duro de una inflación mucho mayor a la prevista —y la cual, por lo pronto, supera ya la del año pasado— reconfirme que el programa del gobierno federal ha fracasado.
Como si no fuera suficiente el daño económico doméstico, para hacerlo más estrepitoso el “simpático” gordito pérfidamente comunicó: habrá aumentos de gasolina cada semana, a fin de que nadie se queje por un “gasolinaza”.
Presumiría, además, esa ocasión de cómo tiene todo listo para que a mediados de 2009 haya bajado, sí —leyó bien— bajado, el subsidio a los combustibles y por tanto, encarecido el precio de las gasolinas alrededor de un ¡56.7 %!
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