María Teresa Jardí
Empiezo donde me quedé ayer. Con la llegada del PRD a la jefatura de gobierno capitalina regresaron hasta miembros del Batallón Olimpia.
Lo anterior a pesar de que tres años antes el PRD había dado —y ganado— la lucha contra Salinas quien, vía Manuel Camacho Solís, había rescatado a Miguel Nazar Haro del ostracismo creándole una dirección de inteligencia a pesar de haber sido perseguido por actos de corrupción (como la cabeza del robo de autos) por los Estados Unidos de Norteamérica.
Nazar se fue y el PRD, también el PAN y hasta el PRI, hay que decirlo, jugaron a favor de que así fuera.
Pero Nazar siguió siendo un individuo del gusto de los ricos empresarios y políticos, al estilo de Sergio Humberto Ortiz, asesino, al parecer, de Fernando Martí.
Y siguió Nazar gozando de la impunidad que —de habérsele investigado, consignado, juzgado y castigado— no habría tomado la carta de naturalización que cobró la vida, entre muchos otros miles, del hijo del empresario Alejandro Martí.
Y así como en el aplauso a los retenes, de los mismos empresarios, está otra de las causas del dolor que hoy sufren los Martí. El asesinato de Fernando Martí debe ubicarse también en ese gusto que sienten los ricos por los policías torturadores y asesinos sin aquilatar que los torturadores asesinos son también por definición corruptos. Se sienten protegidos por esos policías, es la única explicación que yo encuentro. Es evidente que los ricos tienen la peregrina idea de que mientras peor es el policía a la mexicana, mientras más luchadores sociales haya torturado y quizá hasta asesinado, más los van a proteger a ellos. No han entendido que es en el combate a la IMPUNIDAD donde está la única seguridad posible también para ellos.
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