Observaciones sobre el conflicto en la UdeG
La crisis amainó. Sí, la Universidad de Guadalajara parece regresar a la “normalidad”. El combate entre los dos grupos que se disputan el control de la máxima casa de estudios parece haber llegado a su fin. Carlos Briseño Torres perdió. O pronto perderá. O es muy difícil que gane. Muchos análisis se han hecho acerca de lo que se ha vivido estas últimas semanas en la UdeG. Unos se han realizado desde la óptica briseñista, otros, desde la padillista. Algunos más, sin tener filia ni fobia hacia los grupos en disputa. Valdría la pena, sin embargo, realizar algunas observaciones.
a) El enfrentamiento que devino en una crisis para la Universidad de Guadalajara no sucedió en la base, es decir, en el estudiantado, en el profesorado o en los administrativos de a pie: fue en la elite que lleva ya dos décadas dirigiendo la máxima casa de estudios de Jalisco; por ende, no arraigó en la comunidad universitaria. Es decir, la amplia mayoría de los universitarios no se decantaron por ninguno de los grupos en disputa, ya que éstos pertenecen a la elite y esa elite ha estado la mayoría de las veces alejada de la comunidad.
b) Carlos Briseño Torres siempre perteneció al Grupo Universidad. En sí, llegó a la rectoría gracias a ser uno de los hombres más leales a Raúl Padilla. Cuando se separó de éste, careció de calidad moral para atacarlo. Enarboló banderas como transparencia, democracia, legalidad y dignidad, ciertamente justas, pero en su persona había una contradicción: él, que siempre había sido parte de ese grupo, de repente se transformaba y cambiaba rápidamente la política autoritaria y las prácticas despóticas por discursos de pluralidad y democracia. Muchos no creyeron en Briseño ni en su súbita metamorfosis. Además, el grupo contrario utilizó esta contradicción para denostarlo. Y lo logró.
c) La mayoría de los estudiantes no hizo suyas las causas de Briseño ni de Padilla. Y tampoco se interesó en lo que sucedía en su universidad. Es decir, existe apatía por lo político-universitario: miles de alumnos ni se enteraron del conflicto. Parte de esta indiferencia se debió a la FEU, organización que dice representar a todo el alumnado de la UdeG pero no abona a la participación política estudiantil libre, plural y democrática. Al contrario, busca la cooptación de los jóvenes de la máxima casa de estudios de Jalisco.
d) Los académicos de la UdeG permanecieron en su mayoría callados durante todo el proceso conflictivo. La pugna interna del llamado Grupo Universidad fue, sin duda, una gran oportunidad para que los profesores e investigadores alzaran su voz, dieran su opinión y discutieran ideas sobre lo que está bien y mal en la Universidad. Pero no hubo intentos, o fueron mínimos. Parece ser que la comunidad académica tiene miedo de participar políticamente. Algunas notas periodísticas lo resaltaron: sí hay inconformidad con el estado de cosas, sí hay críticas hacia los padillistas y briseñistas (que hasta hace algunos meses eran lo mismo), pero no se alza la voz por el pánico a perder posiciones y puestos de trabajo.
e) El conflicto al interior de la UdeG (o de la elite que la domina) demostró que se precisa un cambio en la Ley Orgánica y en el Estatuto General de la máxima casa de estudios. La controvertida destitución de Briseño Torres indica que las leyes no son claras y que eso da motivo a procesos tan mal llevados y cuestionados como el que se vivió en el Consejo General Universitario (CGU) hace ya más de una semana.
f) Parece ser que la Universidad es un reflejo de la sociedad: no existe una verdadera representatividad. Los consejeros que se dieron cita en el Paraninfo de la UdeG el día en que se destituyó a Briseño, aunque formalmente representan a toda la institución, suelen tener poco contacto con la comunidad universitaria. Ahí estaba, por ejemplo, Samuel Romero Valle, que ni en el CGU ni en el Congreso estatal mantiene una relación con sus representados.
g) Para realizar un cambio en la UdeG se necesita un análisis que vaya más allá de rencores, disputas entre las elites y posiciones viscerales. No se puede negar, por ejemplo, la hegemonía de un grupo como es el encabezado por Raúl Padilla, su corporativismo, la falta de transparencia en el ejercicio de recursos públicos, su autoritarismo y un largo etcétera. Tampoco, sin embargo, se deben omitir ciertos logros que ha tenido durante los últimos años, como la FIL. Para llevar a cabo un cambio del actual estado de cosas, se precisa analizar detenidamente qué ha sucedido en la UdeG los últimos años y pensar cómo modificar lo que está mal y cómo potenciar lo que está bien.
h) El sistema por el cual se gobierna la UdeG requiere un cambio radical. Existe un problema en la representatividad. Igualmente, hay varios procesos de elección (como el nombramiento de rectores de centro, jefes de división y departamento, etcétera) que deberían ser votados por académicos, estudiantes y administrativos. Para que se llegue a una verdadera democracia en la Universidad se necesita una transformación en la forma de elegir a las autoridades. Solamente así, con cambios de fondo, se podrá decir que la UdeG es libre, plural y demócrata. Y se precisa que estas reformas se den pronto. Urgen, pues.
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