• ¿¡Y la austeridad, apá?!
• Desmemoria colectiva
Quien festeja la falsedad, mi estimado, no está lejos de agasajar el vicio. Los días de divertido nerviosismo asechan el de por sí vulnerado calderón sexenal. La jornada de pánico bursátil de ayer sigue develando que el factor confianza, certidumbre y solidez están fuera de toda consideración (y del diccionario), y mejor… ¿sálvese quien pueda? El peso alcanzaba la singular frontera de los catorce pesos (mandando a todos a la lámpara sideral) gracias a varios factores, pero uno de ellos, my friend, que tres de las grandes empresas mexicanas compraban desesperadamente atractivas cantidades del codiciado billete verde para respaldar algunos, digamos, simpáticos compromisos hasta que el Banco de México entró a pintar una de sus ya ocurrentes maniobras y con esto estabilizar la maravillosa ola.
Y dadas las estupendas circunstancias no estaría nada mal que refrescáramos la (des)memoria colectiva desempolvando esos muy atinados espots de la aceptada, admitida, reconocida y consentida (según el ife… con minúsculas) campaña sucia del Gymboree presidencial, donde mientras una extraordinaria voz en off hablaba sobre el peligro para México, se mostraba un billete de veinte pesos que se convertiría en uno de diez pesos si ganaba el travieso tabasqueño comeniños, remember…?
Hoy, amable lector, se podría cambiar el ocurrente espot mostrándose un billete de un dólar afirmando que antes se podía cambiar por… por… diez pesos y hoy, con la pena, ya está en la barrera de los doce pesos y el país va viento en popa con una devaluación de cerca del 48%, y ni hablar del pinche “catarrito” que nos iba a hacer lo que el viento a Juárez, aunque oopppssss… ya salió Felipe con su cinco puntadas, perdón, puntos anticrisis aderezada con la muy ingeniosa foto de Agustín Carstens y Guillermo Ortiz sonriendo para ver si así logran recuperar la confianza perdida gracias a las estupideces y frivolidades emanadas de un gabinete de disfuncionales ante la magnitud de la crisis estadunidense.
Lo relevante del anuncio de Calderón –además de demostrar lo monumentalmente equivocado de su diagnóstico en los peligrosos escenarios– es su magnífica resistencia de apretarse el cinturón en materia de gasto corriente (léase como austeridad) cuando se está llevando a millones de mexicanos a un callejón sin salidas... ni de emergencia, pues.
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