Jorge Lara Rivera
Para quienes festinaban el quiebre de la capacidad negociadora del perredismo, la coyuntura los ha obligado a improvisar. Se trata de vestir como victoria el revés sufrido por la propuesta del mejor postor neoliberal a quien se han vendido. También de diluir el papel de la cabeza visible del movimiento opositor.
Tan verdadero resulta eso que apenas puede creerse su fingida alegría de cara al público al cual buscaron engatusar hasta el último momento y esa repentina “comprensión” a los reparos de la izquierda.
Ha resultado una reforma energética distinta, en lo esencial, a la del “fast track” que el régimen federal pretendía, nutrida ya con las divergentes perspectivas expresadas durante los foros de consulta que tuvieron lugar en el Senado gracias al malestar popular apoyado por la Historia Patria y las plataformas políticas del priísmo y del llamado Frente Amplio Progresista –pero también las propuestas del Verde Ecologista; oposición manifestada igual en calles y plazas por Juan Pueblo y evidente tras la consulta popular escalonada liderada por el perredismo, lo cual ha quitado piso a ese entreguismo servil.
El Congreso no se ha permitido el “albazo” ni el “madruguete”. Y hasta se acudió a la cortesía de recibir a los representantes de la oposición dura. La gravedad de la inminente crisis socioeconómica (riesgo financiero, desempleo, inseguridad, desabasto alimentario, etc.) que se avecina también ha tenido que ver en todo ello, ni quien lo dude. “El miedo no anda en burro”, dice la sabiduría del pueblo.
Pero la campaña de descalificaciones impulsada por el oficialismo no ha cesado; muy al contrario, arrecia contra la figura visible de este encontronazo entre el México agorero del desastre (el que habla de modernidad, pero consulta a los brujos –para hacerse con el botín, cabe suponer) de los tecnócratas neoliberales y el de la esperanza (que sin renegar de su antigua raíz popular, aspira al futuro y a la libertad plena), mayoritario: Andrés M. López O.
Y es que la intransigencia de aquel dirigente, excandidato presidencial del Frente Amplio Progresista (partidos de la Revolución Democrática, del Trabajo y Convergencia), parecerá tozuda, pero tiene que juzgarse a la luz de la desconfianza en que la funda quien, escarmentado de la ingenuidad (recuérdese el dudoso resultado de la elección presidencial, que sigue siendo cuestionado), no desea dejar resquicio abierto a las trapacerías en que el panismo es avezado y que a la postre permitirían torcer la ley aprobada. En eso los ciudadanos estamos de acuerdo. Quizá exagera en su suspicacia, pero reza la conseja coloquial que “la mula no era arisca...”
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