Carlos Monsiváis
El 68, a los libros de texto
La conmemoración del 2 de octubre ha sido notable en lo mediático, lo social, lo cultural y, abrumadoramente, por omisión o comisión, lo político.
Las informaciones hasta hoy ocultas, la reconstrucción de los hechos, las marchas en varios lugares del país, los actos de evocación militante, la presentación de libros (los de Gilberto Guevara Niebla y Pablo Gómez), la incorporación de muchísimos adolescentes y jóvenes a la comprensión de aquel movimiento, el carácter nacional del recuerdo, la rapidez con que se aislaron en la marcha de la ciudad de México las provocaciones de porros nómadas, todo lo que a 40 años de distancia precisa el sentido de la gran hazaña y la gran tragedia ha situado el vigor de esta resistencia al autoritarismo. Examinado el 68 en distintos niveles, se advierte el criterio ético y moral iniciado en el respeto a los derechos humanos, que con éxito de mediano y largo plazo propuso otro entendimiento de la realidad.
Hace unos días el presidente Felipe Calderón afirmó: “En aquel 68, que la historia de México registra con tristeza…”. Sería más exacto decir que la sociedad mexicana registra con tristeza, ya que si entendemos por “la historia” la versión oficial en la enseñanza elemental pública y privada, ésta, si acaso, se acerca con timidez por eso y premura al movimiento estudiantil y la matanza de Tlatelolco. Por eso urge una consignación adecuada “de aquel 68” en los libros de texto gratuitos y en los libros de historia de secundaria y preparatoria. El 68 fue el acontecimiento más conspicuo de la segunda mitad del siglo XX mexicano, y en los libros de texto ya es necesario documentar la tristeza y la alegría, que también se dio y con abundancia.
Cumbres sin ‘el Borras’
“Entiendo la urgencia que debe haber tenido Calderón a la hora en que se sentó en la silla y se dio cuenta de que había estados que estaban fuera del control del estado de derecho, o de las autoridades legítimas, y se aventó como El Borras”.
Lo anterior, tan crudo o pretendidamente realista como se lee, no lo dijo un pejista consumado, ni siquiera un adicto a la centro-izquierda, sino el presidente de la Coparmex, Confederación Patronal de la República Mexicana. Don Ricardo González Sada emitió este juicio al censurar la rapidez inconveniente de Calderón en su combate al crimen organizado (La Jornada, 2 de octubre de 2008).
¿Qué está pasando? La pregunta, retórica desde luego, apunta a un momento caracterizado por la pérdida de la confianza en el régimen panista y, en particular, por el recelo ante las aptitudes presidenciales, caracterizadas por un dirigente empresarial importante como propias del arrojo sin cálculo del Borras, personaje que existe sólo para vilipendiar a los carentes de precauciones. El propio Calderón fue muy crítico con la política anticrimen del gobierno que, curiosamente, él preside.
Un periódico de la ciudad de México pregunta en sus ocho columnas: “¿Dónde está el piloto?”. No se duda siquiera de la conducción eficaz del país, sino de la comparecencia a tiempo del conductor, y esta incertidumbre caracteriza el ánimo de estos días, cuando el capitalismo salvaje parece desplomarse sin que lo detengan los enemigos del populismo que tanto argumentaron a favor de la desregulación (argumentos que consistían en consignas, siempre memorizadas).
Las empresas se vienen a pique, se vive la devaluación frenética del peso en nada suavizada por las certidumbres borrosas de la Secretaría de Hacienda, muchísimas empresas desaparecen o están a punto, y el piloto, mientras, combate al populismo con frases cada vez más enigmáticas.
Leer Nota AQUI