Julio Pimentel Ramírez
La actual crisis económica, que comenzó hace más de un año y que ahora se profundiza con la catástrofe financiera con epicentro en Wall Street y cuyas ondas expansivas alcanzaron ya a las bolsas europeas, asiáticas y latinoamericanas, además de significar el agotamiento del modelo neoliberal de explotación y acumulación capitalista y de tener enormes costos humanos, pone en claro que en el caso de México la clase política dominante además de actuar en consonancia con su ideología, supeditada a los intereses de los monopolios a los que sirve, ha mostrado incapacidad, desorientación e insensibilidad.
Es grave que ante la dimensión de la crisis el gobierno federal no cuente con un diagnóstico adecuado y no se preocupe por elaborar, en concertación con el amplio espectro de fuerzas políticas y sociales que conforman la realidad mexicana, un verdadero proyecto nacional para enfrentar los efectos nocivos que amenazan con profundizar la pobreza y la desigualdad, ya de por sí acentuadas durante los últimos cuatro sexenios.
El gobierno ilegítimo presenta tardíamente un plan emergente anticíclico, cuando lo crítico de la situación lo que demanda es una reorientación de 360 grados, una modificación completa de la política económica, que ponga en primer plano los intereses nacionales de la mayoría y no las voraces ambiciones de los especuladores y grandes capitalistas.
Los funcionarios federales, entre ellos el propio Calderón y el titular de Hacienda, cínicos y nerviosos declaran que la pulmonía estadounidense es más grave de lo esperado y que por ello México tendrá una “gripe” un poco más fuerte, pero que no hay porqué preocuparse, ellos sacarán adelante nuestra economía.
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