Ricardo Monreal Avila
A las víctimas del fatal acontecimiento del 4 de noviembre.
Seguramente lo ocurrido el martes 4 de noviembre en la Ciudad de México, donde perdieron la vida el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y ocho personas más, fue un lamentable accidente aéreo, pero las declaraciones contradictorias, la falta de información oportuna y la tardanza en las investigaciones podrían convertirlo en un probable atentado.
En este tipo de sucesos trágicos, siempre se establece una relación perversa entre el rumor y la información. Entre la especulación y la verdad. Entre la imaginación y la realidad. Sin embargo, también se ha aprendido que a mayor información, menos capacidad corrosiva tendrán el rumor, la especulación y la imaginación colectiva.
El referente histórico en México de un accidente aéreo políticamente relevante fue el ocurrido el 4 de junio de 1969 en las inmediaciones de Monterrey. Ese día una nave comercial en la que viajaban el líder del PRI, Carlos Madrazo Becerra y su esposa, se estrelló en el Cerro del Fraile, sin registrarse un solo sobreviviente. A 39 años de distancia aún persisten las dudas sobre este evento: accidente o atentado, predominando esta segunda interpretación, a la que se atribuye incluso una motivación presidencial y una adjetivación precisa, “Crimen de Estado”.
En los últimos años se han registrado dos accidentes aéreos de servidores públicos relevantes. Ambos en el 2005. En febrero muere el gobernador de Colima, Gustavo Vázquez Montes, y seis personas más, al desplomarse su avión en el estado de Michoacán. “Falla mecánica”, determinó el dictamen. Sin embargo, todavía en Colima se habla de un posible atentado político, dado el contexto político de crispación en el que se había dado la elección.
Leer más...AQUI