Maria Teresa Jardi
Que la dinastía maldita de los Bush, sucesores de la de los Dracul, significó, a lo largo de tantos años, para la humanidad entera. Aunque mucho me temo que no tendría el mundo que cantar victoria todavía. Le quedan varios meses a George W. Bush y tendría que cuidarse mucho Obama. Poner como retrato a Kennedy para no olvidar el ejemplo de a lo que es capaz de llegar la derecha irredenta que anida como la peste en las dos caras del mismo partido que se reparte el poder en los EEUU.
Mientras que en México, con el usurpador fascista panismo a la cabeza, se nos sigue adentrando en el Infierno.
Veamos. Dicen las primeras noticias que se trata de un accidente la caída del avión privado en el que viajaban Vasconcelos y Mouriño. Para enseguida informar los comunicadores a modo que el Ejército, sin especificar si nacional o el paralelo, toma por asalto el aeropuerto de San Luis Potosí. No el lugar de la caída del avión. No de inmediato al menos. El aeropuerto de donde saliera el avión que se estrellara en pleno Paseo de la Reforma, robándole, momentáneamente, la nota a Obama. Pero destinadas a pasar a segunda plana las muertes, de manera veloz, en los días que vienen, porque cualquiera sabe que la nota será la del afroamericano llegado a la Casa Blanca y para cuando salió el avión del lugar de despegue ya se sabía que Obama iba adelante. Y aun tratándose de un accidente el mismo se da, porque los que se reparten el poder y el dinero en México, en este caso, empleados del usurpador, se niegan a viajar en aviones de línea como hacen los que se saben mortales, incluso cuando son gobernantes legítimos, de gobiernos de países en los que ni la corrupción ni la impunidad son pilares, del sistema que se impone aquí con entreguismo vergonzoso, cuando no por perversos priístas que le heredan “ la maistra” al pueblo, por quien no se entera de que es el presidente o por quien de plano usurpa con un fraude “legalizado”, por instituciones a las que previamente se les fue desmantelando el entramado ético necesario para funcionar sirviendo al pueblo. Entramado desarmado para que mejor operen al servicio de los empresarios que gozan de todos los privilegios, empezando por el “perdonárseles” el pago de los impuestos, que se le cargan al pueblo cada día un poco más muerto de hambre.
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