domingo, 16 de noviembre de 2008

CARLOS MONSIVAIS...LAS NOTAS DE LA SEMANA



Carlos Monsiváis
Notas de la semana
16 de noviembre de 2008
El desconsuelo del vencedor


Imagínense ustedes una mente a modo de una oficina espaciosa, muy bien decorada, con títulos universitarios enmarcados con maestría y situados sin ostentación, con toda la tecnología puesta a circular en las metrópolis apenas hace un mes, un cuadro de la familia nuclear, un óleo magnífico de autor aún no anónimo y la televisión de plasma de altísima definición.
Ahora, lleven a esa mente o, si se quiere, a ese despacho neuronal, caracterizado por el buen gusto minimalista, al borde de la confusión y el extravío de las proporciones. La tecnología sigue allí, reluciente, y el cuadro de la familia no se ha movido y los títulos universitarios aún deslumbran a su poseedor, pero algo falla, rechina, descompone la acústica cerebral. El dueño de la oficina en el piso 39 del edificio suntuoso de la mente ve intervenir en su vida, como coheterío en misa solemne, la llegada de la catástrofe.
* * *
A él su mente se la arreglaron desde la niñez, y cuando ya modificó sus decoraciones cerebrales y ajustó sus pensamientos al sentir escenográfico de la época, surgen ahora las embestidas de la realidad de abajo y de afuera. Por eso experimenta un desconcierto atroz, inaudito. Hay que decirlo, sin subterfugios, él se preparó del mejor modo, estudió en las escuelas donde los nombres de sus condiscípulos ya eran garantía de alianzas estratégicas, fue a las universidades ad hoc (¡qué bonita expresión en francés!), se festeja a sí mismo, logró el pacto de su presente y su porvenir, bailó y bebió en los antros de moda, estuvo fuera del país los tres o cuatro años reglamentarios, regresó con su diploma, a veces casado con la rubia de categoría (frase de su papá) que sería su otro título universitario, se felicitó por la destreza que le permitía incorporarse luego luego a la empresa floreciente donde todo era cultura del esfuerzo, y vaya que lo sabía él, el hijo del propietario. Y pronto se añadió al set de triunfadores, conoció desde dentro el ir y venir de un Consejo de Administración (esas maquinarias del Gran Proyecto que, según se decían unos a otros en las reuniones, ya casi desplazan por entero a los trabajadores), y aceptó la condición que siempre fue suya, la de CEO, Chief Exequitive Officer, la especie de los nuevos rangos nobiliarios; ser un CEO es algo inexpresable, es como poseer un ducado hecho de corpúsculos financieros, es ser un príncipe cuyos orígenes arrancan del primer chip que llegó a la corte y le cayó bien al rey, que lo designó en ese mismo instante su heredero.
Todo iba bien, le comenta a su Otro Yo (sin acciones en la sociedad) el dueño del cerebro regiamente amueblado, todo iba bien hasta que La Crisis hizo acto de presencia, arrasó con el futuro a mano y dejó traslucir su gana de arrancar de raíz la confianza en algo más perdurable y necesario que el Mercado Libre, que el consumo, que el neoliberalismo, algo que nunca debió llegar, la serie de obituarios, como el de George W. Bush (“Para seguir con el Mercado Libre que intervenga el Estado”).


De golpe, al del cerebro con diseños despampanantes y espacio para los informes de haberes se le impone el corte súbito de la desregulación, disminución tajante del consumo, el desprestigio del Mercado Libre. “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”.


¿Quién lo creyera? En octubre de 2008, Inglaterra, “el lugar de nacimiento de la privatización moderna”, nacionalizó gran parte de su industria bancaria y el gobierno estadounidense dejó de confiar en Dios y prometió inyectarle a sus bancos 250 mil millones de dólares. Y Nicolas Sarkozy, carajo o caramba, como se diga, lanza sentencias que le van bien a películas de terror pero no al capitalismo: “La desregulación se acabó, el laissez-faire ha terminado”.


Al de la mente cuyo arreglo parece obra de una gran firma de arquitectos no le interesan demasiado las revistas especializadas, prefiere que se las cuenten como chismes, pero esta vez leyó The Economist y está de acuerdo: “Desde hace siglo y medio el capitalismo ha demostrado su valor en la vida de miles de millones de personas”. Así es, y si muchos la pasan mal es su culpa, sus cerebros deben ser unas covachas, o como dice Vicente Fox, unos changarros.



APAGA LA TELEVISION, NO PERMITAS QUE ASESINEN TU MENTE E INFORMATE EN LOS MEDIOS ALTERNATIVOS.
YUNQUELAND ROMPIENDO EL CERCO INFORMATIVO.
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