“Si mi hijo lo hizo, de seguro fue por hambre”. Cuando leí esta frase que al final supe que era de la señora madre de El Pozolero, después de ver cómo los naturalizados y desnaturalizados sirven para maldita la cosa en términos futbolísticos, de inmediato pensé que se trataba de alguna de las progenitoras de Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, en su lucha por tratar de explicar la reunión de ambos personajes en un restaurante en Davos, Suiza, donde el capitalismo salvaje hizo su nido. Una reunión tan alegre y cordial que cualquiera diría de que se la pasaron comparando a Carlos Salinas con Ricardo Antonio Lavolpe.
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