ALVARO DELGADO
MÉXICO, D.F., 12 de enero (apro).- Si en lo económico está acreditada la ineptitud de Felipe Calderón y la tecnocracia que en un cuarto de siglo ha condenado al país al nulo crecimiento --como el cero en todo lo redondo que vaticina Agustín Carstens para 2009 y que avisa un derrumbe peor--, en lo político se observa una grave involución autoritaria que urde quien se ostenta como titular del Ejecutivo.
Para vergüenza de quienes, sin ser obtusos, militan en el Partido Acción Nacional (PAN) es evidente que, al mismo tiempo que el país se deteriora en todos los órdenes -y que se enfila hacia un Estado fallido ante el crimen--, está en marcha el retroceso que significa reactivar en Calderón la deleznable figura del Gran Elector, cuyo episodio vigente es la imposición del candidato panista a gobernador de Nuevo León.
En lo económico, los datos del desplome, y en particular del empleo, son rotundos, peores de los que Calderón y sus patrocinadores alertaban con histeria si Andrés Manuel López Obrador asumía la presidencia de la República, en una alerta igual a la emitida entre otros por el banquero Roberto Hernández en 1994 que justificó, como en el 2006, la campaña del miedo orquestada desde el poder.
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