sábado, 28 de febrero de 2009

Autismo

Alejandro Encinas

Hay un lugar común al que siempre se recurre en momentos difíciles: las crisis son oportunidades. Más allá de que si preguntamos a un obrero, a un ama de casa o a un campesino qué oportunidad se les presenta cuando la crisis pone en riesgo su empleo, su salario y patrimonio familiar, las crisis descubren las fortalezas y debilidades de quienes corresponde enfrentarlas.
A lo largo de las últimas décadas y en especial en los últimos años, hemos atestiguado no sólo una errática conducción de la economía embelesada por el fundamentalismo neoliberal, sino además una actitud política que, pretendiendo minimizar los momentos críticos que enfrenta el país, engaña y subestima a los propios mexicanos.
Ejemplos abundan, desde la afirmación de que “aunque no lo parezca le vamos ganando la guerra al crimen organizado”, hasta el pequeño catarrito contraído “desde fuera” que ha conducido a la más profunda crisis económica que hayamos conocido los mexicanos que desde los 80 hemos convivido con distintas crisis, que convertidas en “oportunidades” se han traducido en grandes negocios para unos cuantos —ahí está la privatización de las empresas públicas que traería inversiones, mejora en las prestación de servicios, tarifas más bajas y competitivas— y en una secuela de pobreza acrecentada, que ha convertido a México en uno de los países más desiguales del mundo.
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