miércoles, 4 de febrero de 2009

Relatos de mi tierra

Hace algún tiempo cuando tenia un programa de radio platicaba mucho de los viajes que realizaba a la sierra o más bien a la huasteca hidalguense y pues cada vez es mas mágica mas intrigante en uno de esos viajes me llevaron a conocer un pueblo de la sierra de puebla el cual se llama Pahuatlan aparte de estar tan bonito lleno de paisajes donde se aprecia el monte que a lo lejos que se ve interminable pero el pueblo esta lleno de gente como si no hubiera pasado el tiempo por ahí y en las casas se ve que en muchos años siguen siendo las mismas de teja caminos empedrados y desgraciadamente marginado

Por eso mi recomendación es que cuando busquemos un lugar para pasar un buen fin de semana salgamos a las zonas rurales por que ellos necesitan de los pocos recursos que podamos hacer llegar al consumir ya sea comida o alguna artesanía o lo que sea pero son muy pocas las oportunidades en esas zonas tan olvidadas.

Pues la intención de esta publicación es hacer conciencia de que nuestra lucha no solo es por nosotros sino por los pueblo de México y nuestra gente que la pasa mal por falta de oportunidades para lograr un desarrollo y así tener mejor calidad de vida.

Al viajar a Pahuatlan al pasar por un camino empedrado rumbo al centro del pequeño pueblo vi una manta que decía “ aquí tenemos en venta el libro ANDARES relatos de mi tierra” escrito por Juan Manuel García Castillo pues me intrigue por que al estar ahí en esa parte de la sierra que a donde dirijas tu mirada es totalmente vegetación cascadas rios etc. pues me pregunte, que pudo haber plasmado en ese libro? Así que ya de regreso pase a conseguir el libro en donde curiosamente lo venden es una cocina económica donde hay dos señoras que ahí atienden de edad un poco avanzada pero pregunte por él y cual fue mi sorpresa que una de las señoras no escucha nada bien y la otra que si escucha me dijo lo traeré pero me percate que no ve eso me hizo pensar que estas personas deberían de ser apoyadas por el gobierno pues para eso pagamos impuestos pero en fin después de un buen rato de espera me lo trajo y me dijo que era el único que le quedaba yo exprese mi emoción por tener suerte pero lo mas grato de haber comprado el libro fue que su contenido desde mi punto de vista te traslada a esos lugares y te hace vivir aquello que solo las personas Mayores te cuentan. Por lo cual comparto con ustedes este cuento que se llama”Maria Critina “ me gustaría recibir sus comentario sobre este cuento al correo concientiza@gmail.com

Maria Cristina

Ese día su reloj biológico la despertó puntualmente. Se enderezo de su modesta cama de tablas y, en la penumbra, buscó con los pies sus huaraches de hule.

Mientras se calzaba, con la mano izquierda alcanzaba el vestido que por la noche había escogido y planchado, sintió en sus manos la tersura de su vieja falda de satín rojo. Su complemento era una blusa floreada de finos encajes tejidos a mano, que daban a mangas y cuello una apariencia de elegancia y sencillez.

Se vistió con diligencia. Pues de pies, se estiro para descolgar de un enorme clavo su inseparable delantal de cuadrille. Atò las puntas tras cuello y cintura y encamino pasos hacia la única puerta de su humilde vivienda.

Levando una maciza tranca de ocote, que al zafarse de la alcayata dejo escapar un rechinido de madera seca. Con pasos menudos se dirigió hacia la parte trasera de la casa para hacer sus necesidades.

Fajándose aun la falda, atravesó el pequeño patio y se enfilo rumbo a un atajadizo de lamina de cartón, donde donde una enorme batea de cedro aguarda a su dueña. Tomo una jícara que sumergió en la paila rebosante de agua ,sus manos sintieron la fresca caricia de mañana mojò su rostro para espantar restos de sueño.

Regreso al cuarto que hacia de recamara y cocina. Busco cerillos en las bolsas de su delantal, abrió la caja y encendió uno para prender su bombilla de petróleo. Una luz tenue ilumino la olla roja, tapada con una tabla rectangular amarillenta de tanto uso.

El traste de barro ,vasija reina de cocina pobre, guarda en su redonda panza maíz cocido a media lumbre. Revueltos con agua de cal puesto al fuego, los granos de hinchan y toman un color dorado hasta convertirse en el nixtamal que reposa en ese gran nixcomel.

En la penumbra, su cuerpo proyecta la silueta de una mujer frágil, sus manos morenas ahucadas como coladeras sacan y escurren los granos, luego deposita el nixtamal en una cubeta del numero 14 provista de agua ya enjuagado, lo traspasas a otro recipiente convertido en maquila copeteada, lista para el molino.

Entre ires y venires por patio y cocina, el cantar de gallos anuncia un pronto amanecer. A tientas Maria busca en una repisa un frasquito de vaselina liquida: Mientras con sus mano izquierda toma un par de listones rojos, con la derecha sostiene un despostillado posillo de peltre.

Se peina en el umbral de la puerta. Pasa una gran peineta roja entre su cabellera. Con parsimonia escarmena su negro pelo, aun oloroso al jabón perla con el que lavo la noche anterior. Entre peineta y peinazo, surgen dos diminutas trencitas que parecen agradecer al listón sus amarres del ralo tejido.

Allá al fondo, siguiendo el camino en línea recta, casa abajo, el pueblo de pahuatlan se despereza: el ronco sonido de un cuerno avisa a las amas de casa que ya son las cinco de la mañana, hora que inicia el servicio de molino de nixtamal.

Apresurada por la señal, Maria enreda una bolita de cabellos caídos y los oculta en un agujero en donde alguna vez estuvo colocado un clavo de ocho pulgadas.

A sus 54 años parece de 35. Diminuta y flaca con la piel oscura. Dueña de un carácter alegre y dicharachero, se gana la vida vendiendo antojitos regionales en las a fueras de la reina xochitl, una cantina donde los parroquianos disfrutan de la arribeño pulque, aguardiente serrano y aguardientes preparados con refino, frutas y hiervas del rumbo.

Entre platica y tragos se va despertando el apetito. Su existencia transcurre acompañada de platos enchiladas y gritos de salud.

Una vida envuelta con olores a fritanga, barullo, de tuétanos y albures acostumbrada a las insinuaciones, ella capotea piropos y elude habilidosa los requerimientos de sus clientes.

El quinto sol de mayo envía sus primeros guiños, tras la montaña, una mancha rojiza rasga suavemente la negrura celestial. A lo lejos, sobre la vega del río, pequeñas aves blancas se arremolinan ante el caserío y se resisten a despegar hacia las alturas. Es el humo de muchas fogatas que son atizadas al empezar las albores de cocina.

Cuento completo en http://protestizahgo.blogspot.com/2009/02/relatos-de-mi-tierra.html