Jesús González Schmal
A raíz de la privatización de los Ferrocarriles Nacionales de México en el zedillismo (1994-2000), el transporte ferroviario suprimió el servicio de pasajeros en primera y segunda clase. Este que fue el medio más popular —por económico— en las enormes distancias del norte de la República ya no existe, la gente se queda encerrada en sus pueblos y rancherías con las mercaderías y productos que cultivaba para ir a venderlos a otros lugares y traer lo que de allá le ofrecían.
En el noreste de la República, el afortunado concesionario de las vías, estaciones, equipos, derechos e infraestructura en general lo es la empresa estadounidense Kansas City Southern que, de suyo, es la extensión al sur de su extensa red en Estados Unidos.
A nadie consultaron si se podía dejar sin transportación humana a millones de mexicanos radicados en la cuarta parte del territorio nacional; simple y llanamente cancelaron el servicio porque los miles y miles de kilómetros de rieles se necesitaban para arrastrar los containers de las zonas maquiladoras de la región y cobrar los fletes correspondientes.
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