Por María Teresa Jardí
Por más que los a modo del sistema quieran hacernos creer en la buena voluntad de la señora Clinton. la trampa está también en el reconocimiento de la culpa con relación a la demanda de droga del pueblo estadounidense. Pueblo, efectivamente, irremediablemente adicto a las drogas. Pero convertido en adicto por el gobierno gringo. Gobierno que con Obama, casi recién llegado generando tantas esperanzas, pinta ya para seguir siendo el más odiado del planeta.
El haber convertido al pueblo norteamericano en adicto no es la única culpa del imperio vecino. Y más allá de que, si así fuera, no tendría por qué importarnos a los mexicanos. Cada pueblo tiene el derecho de suicidarse como le apetezca. Y por eso presidentes igual de canallas, pero un poco menos traidores a la patria que los emanados de la derecha, desde Salinas, y ni qué decir de los panistas con su doble e impúdica moral, sembraron droga, a petición expresa del gobierno gringo, y permitieron el traslado, para embrutecer a los soldados que llegaban locos y al pueblo que empezaba a cuestionar el derecho de invadir y masacrar a los vietnamitas.
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