Objeciones de la Memoria
Lo que no dice Carlos Ahumada en su libro Derecho de réplica es lo más importante: el entonces jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, fue el único que se atrevió a enfrentar la voracidad de ese supuesto empresario que se define en su texto como un hombre que trabajaba de sol a sol, lo cual le permitió amasar una enorme fortuna.
La verdadera historia es que ése señor, durante mucho tiempo, vivió del contratismo corrupto que estableció con diversas autoridades de todos los colores partidarios y en diversas entidades de la geografía nacional. Las amistades —a las que pagaba comisión por ponerlo en contacto con sus potenciales víctimas—, la información privilegiada que de ellas obtenía y las redes de corrupción que estableció, le permitieron enriquecerse prácticamente de la noche a la mañana y ser uno de los hombres con mayor influencia en ciertos ámbitos de la administración pública.
Precisamente, al llegar a la jefatura del gobierno capitalino, López Obrador se percató que había muchos contratos multianuales firmados por varias delegaciones con las empresas de Ahumada. Eso comprometía el presupuesto de administraciones enteras durante varios años. Ahí comenzó la suspicacia acerca de la forma como operaba este individuo: ¿por qué tanta obra pública para un solo “empresario”?
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