Ramón Alberto Garza
Dossier Índigo
Carlos Salinas y el robo a la partida secreta. Miguel de la Madrid y la desilusión de su dedazo. Carlos Ahumada y el amasiato Salinas-Fox. Diego Fernández de Cevallos y su complicidad con el PRI. Rosario Robles y “su banda”. Raúl y Enrique Salinas, sus tajadas y sus narcontactos.
En sólo unos días de escándalos literarios y mediáticos se develó en todo su esplendor el agotamiento del sistema político mexicano.
Lo hicieron quienes intentan reconciliarse con su pasado o quienes sienten ya muy cercana la cita final con su destino.
Las reglas del juego, las de la omertá priísta, fueron rotas, profanadas y evidenciadas. Pocos compraron “la enfermedad” para justificar el desdicho.
Como nunca los mexicanos conocemos de viva voz, de la de los jefes supremos, los privilegios de una élite política y económica que pensó tener todo bajo control. Y sus prohombres fueron exhibidos en sus más primitivos instintos, en sus más exaltados defectos: la corrupción y la impunidad.
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