Lorenzo Meyer
¿Sin Salida? En México, el círculo de lo político pareciera haberse cerrado: lo antiguo no funciona pero persiste porque lo nuevo ni siquiera tuvo la oportunidad de cuajar. El grueso de la sociedad está insatisfecho con el arreglo en que mal operan las instituciones públicas, pero esa insatisfacción carece de salida práctica porque el juego del poder está dominado por un sistema de partidos que no está en capacidad de desempeñar su papel como representante de los intereses mayoritarios. Como conjunto nacional México no avanza, sólo gira sobre un mismo punto, está estancado.
En nuestro camino hacia ninguna parte, los comicios en puerta son un ejemplo de esta ausencia de salida. Las elecciones por venir se asemejan insoportablemente a las que hemos tenido desde siempre: votaciones donde no está en juego una disyuntiva real sino un mero recambio de personal. Es por ello que las elecciones son básicamente forma -muy costosa- sin contenido. Ninguna de las oligarquías que controla a los tres grandes partidos tiene la posibilidad y menos la voluntad de ofrecer una solución a la mediocridad, a la decadencia de la vida pública. Para ellas, estos malos tiempos resultan ser muy buenos: disponen de dinero público y, en la práctica, no hay forma de pedirles cuentas.
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