Acentos
Jorge Medina Viedas
Con la detención masiva de funcionarios y presidentes municipales de Michoacán crujieron los esqueletos del sistema político. Las generaciones que han vivido los cambios políticos del país de finales del siglo pasado hasta hoy no habían visto una operación como la que el Estado mexicano llevó a cabo en tierras purépechas.
Vamos a repetir entre el vocerío que el michoacanazo fue un acto de poder inédito. Lo cierto es que el gobierno federal hizo efectiva una línea de conducta que ha venido practicando: centrar su legitimidad en la lucha contra el narcotráfico. Imitó así, tardíamente, a aquellos gobiernos de débil legitimidad que acuden a la espectacularidad del ejercicio del poder para superar una deficiencia de origen; en este caso, buscando implantar la creencia de que en Los Pinos hay coraje y valor. El comercial de Polanco y Las Lomas “siga valiente señor presidente” lo confirma.
Digamos de todas maneras que en este evento se demostraron méritos que no se pueden negar. Minuciosa labor de inteligencia. Limpieza en el operativo. Vimos a los detenidos caminar sorprendidos pero sonrientes rumbo a su destino. Todos se conocen tal vez. Detenidos y custodios. Cruzaban entendimientos, miradas entrambos de color cínico marrón.
Es probable, asimismo, que haya razones múltiples, algunas hasta elementales, para haber omitido la cortesía de que tanto se habla, consistente en informarle previamente de la acción que estaba en marcha al gobernador Leonel Godoy. Inclusive, pensando en la seriedad del operativo, no era necesario en términos estrictos. Pero, ¿y el arropamiento y protección y hasta reconocimiento al gobernador panista Marco Antonio Adame, que no se tuvo con Godoy del PRD?
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