Federico Berrueto
A un mes de la alerta sanitaria por la posible epidemia de nueva influenza es preciso hacer un juicio sobre lo ocurrido. La amenaza prácticamente se ha ido, pero ha quedado un severo daño económico, mucho más grave en el sector turístico. Los números hablan: la enfermedad era menos contagiosa de lo que se había previsto y, afortunadamente, por sí misma, no conducía a la muerte con atención médica oportuna. No faltará quien diga que si no se hubiera actuado las cifras serían dramáticas; no es creíble.
México fue víctima de una alerta mundial sobre un virus mucho más agresivo que el de la influenza A/N1H1. Las autoridades mexicanas nada pudieron hacer, se prefirió sobreactuar. El abandono a la investigación científica en tal materia significó que el país no pudiera defenderse o al menos razonar ante la OMS. En su secuela, se ha perdido hasta lo que no se tenía, agravado por una crisis económica que las autoridades han preferido ignorar. Minimizar el desempleo y magnificar la influenza da popularidad, pero provoca un daño atroz, como puede constatarse ahora, ya con los ánimos serenos.
Los personajes de hace un mes, Marcelo Ebrard y el secretario de Salud, el doctor Córdova, ahora debieran ser cuestionados con mayor severidad. Mucho más el segundo, ya que es la autoridad médica legalmente competente, pero el jefe de Gobierno del DF no escapa de responsabilidad. Las medidas que se tomaron significaron la parálisis del corazón del país, se usufructuó el terror de la población sin importar el daño económico y social. El remedio o compensación del gobierno federal y el de la ciudad por el daño causado es poco menos que una aspirina a la magnitud del perjuicio.
A López Obrador se le condenó con exceso por su desdén a las medidas restrictivas del gobierno. El linchamiento mediático del que fue objeto fue oportunismo. Una vez más, como ha ocurrido en otros temas como el económico, tuvo razón. No pudo decir más por no afectar la postura de Marcelo Ebrard. El ambiente de terror llegó hasta el ridículo, como fue la pretensión de que el IFE multara al PRD por las concentraciones del tabasqueño.
Leer Nota AQUI