¿Cómo es posible que los padres y madres de los cadetes no hayan levantado sus voces de protesta e indignación ante el plan monstruoso, fraguado por las máximas autoridades del país, de llevar a los muchachos y muchachas que están en las escuelas del Ejército para seguir diversas carreras (medicina, odontología, electrónica, etcétera) a las zonas donde se libra esa desigual y peligrosa batalla contra el crimen organizado? ¿Esperan recibir los primeros cadáveres para salir a llorarlos y reclamar una justicia que de antemano se sabe será desoída?
A los jóvenes les pregunto si 10 mil pesos por tres meses y la exención del servicio militar merecen poner en riesgo una vida que apenas despunta.
Raquel Tibol
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