Más negro que un cuchillo de obsidiana que, sin brillo, penetra en mis entrañas, inenarrable me parece el crimen colectivo que ocurrió en la guardería de Hermosillo. Como una burla al nombre que lleva la ciudad donde perecieron las pequeñas víctimas del incendio, esto es lo más horrible a lo que ha llegado la desmedida ambición de las elites políticas de este país. Esos actores son cada vez más prepotentes, corruptos e irresponsables, basta leer el testimonio de Martha Lemas, quien después de depositar las cenizas de su hijo Santiago, de dos años de edad, afirmó: "No me voy a poner a rezar un Padre Nuestro, sino a exigir que se haga Justicia" (La Jornada, 17/6/09).
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