No hay ni, por lo visto, puede haber culpables en la tragedia de la guardería ABC en Hermosillo, si acaso el azar y su informalidad devastadora porque la ciudad carece de responsables de lo que sea, y porque las guarderías son territorio del accidente. Algunos discreparán, pero la PGR, el IMSS, el GDS (Gobierno de Sonora) y otras siglas intachables ya lo han dicho. La PGR, por ejemplo, asegura: “Podrían configurarse delitos culposos, pero nadie irá a la cárcel por el caso de la guardería. El incendio no fue intencional; si hay delito se alcanzaría fianza”. El secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, arriesga toda su lucidez: “Deseo de corazón que no haya accidentes en estancias de Sedesol”. Se supone que acto seguido nombró a su corazón Comité de Vigilancia.
No hay culpables sino héroes declarativos, del equipo de salvación de la humanidad, hay funcionarios de buen corazón que acuden al lugar devastado y dan el pésame, y miran a las dos madres que dejaron entrar y les extienden su compasión como cubriéndolas con todas las devociones. El funcionario otorga el pésame, con copias a los medios y dos para el Archivo de Qué Mala Onda (los damnificados cambian un pésame del alto funcionario por 100 de sus vecinos), y el encumbrado político otorga dos o tres abrazos breves pero suntuosos y reparte condolencias y no se preocupa si no se las devuelven; son condolencias con las que pueden quedarse los interesados.
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