domingo, 14 de junio de 2009

“¿De quién fue la culpa? No quiero saberlo”

Carlos Monsiváis

No hay ni, por lo visto, puede haber culpables en la tragedia de la guardería ABC en Hermosillo, si acaso el azar y su informalidad devastadora porque la ciudad carece de responsables de lo que sea, y porque las guarderías son territorio del accidente. Algunos discreparán, pero la PGR, el IMSS, el GDS (Gobierno de Sonora) y otras siglas intachables ya lo han dicho. La PGR, por ejemplo, asegura: “Podrían configurarse delitos culposos, pero nadie irá a la cárcel por el caso de la guardería. El incendio no fue intencional; si hay delito se alcanzaría fianza”. El secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, arriesga toda su lucidez: “Deseo de corazón que no haya accidentes en estancias de Sedesol”. Se supone que acto seguido nombró a su corazón Comité de Vigilancia.

No hay culpables sino héroes declarativos, del equipo de salvación de la humanidad, hay funcionarios de buen corazón que acuden al lugar devastado y dan el pésame, y miran a las dos madres que dejaron entrar y les extienden su compasión como cubriéndolas con todas las devociones. El funcionario otorga el pésame, con copias a los medios y dos para el Archivo de Qué Mala Onda (los damnificados cambian un pésame del alto funcionario por 100 de sus vecinos), y el encumbrado político otorga dos o tres abrazos breves pero suntuosos y reparte condolencias y no se preocupa si no se las devuelven; son condolencias con las que pueden quedarse los interesados.
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