Luis Linares Zapata
Las arterias que alimentan la vida organizada y hasta particular de los mexicanos están seriamente erosionadas. Años de frustrante crecimiento económico han desgastado el incipiente capital acumulado durante la bonanza pasada. Los saldos son notables en las atestadas calles citadinas sin orden, en las universidades sin presupuesto adecuado, en el desempleo que se arrellana en plazas y cantinas, en los campos de labranza moribundos, en la prestada tecnología de otros tiempos, en el aparato educativo apresado por intereses bastardos o en los pleitos de la plutocracia por defender prebendas y acrecentar sus lujos. La resultante, en forma de corrosivo malestar, cunde en miles de hogares y enferma el ánimo de otros tantos millones de individuos
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