América Latina tiene una larga tradición de acogida a políticos en problemas, algunos escapando de regímenes autoritarios. Lo insólito del caso de Honduras es que esta vez, el presidente depuesto Zelaya -alojado en la embajada brasileña en Tegucigalpa- no buscaba salir del país sino volver.
¿Cuánto se puede alargar la estadía de Zelaya y sus seguidores en la sede diplomática de Brasil? A juzgar por lo complejo de la crisis, no es fácil aventurar una respuesta.