Julio Pimentel Ramírez
A medida en que la crisis del sistema se agudiza como queda de manifiesto, por referirnos a uno de sus aspectos, con el creciente deterioro de la actividad económica y con ello la caída en la calidad de vida, de por sí precaria, de la mayoría de los mexicanos, se acercan los momentos de las definiciones y los diversos actores políticos habrán de adoptar definiciones concretas, sin los artificios de los discursos demagógicos, ante los temas de trascendencia nacional y estratégica para el presente y futuro de la sociedad.
Frente a un modelo que deshumaniza y mercantiliza la vida, la dignidad y la justicia, jerarquizando las relaciones económicas y sociales y subordinando las demandas y necesidades de la gran mayoría de la población a los intereses de una minoría, lo cual favorece al gran capital nacional y transnacional, se requiere que las fuerzas políticas que se dicen populares y democráticas presenten un frente unido sustentado en un auténtico proyecto alternativo de nación.
Los campos políticos se van delimitando y ante cuestiones fundamentales se adoptan posiciones clarificadoras de los intereses que se defienden. En la primera etapa de la consulta ciudadana sobre la reforma energética privatizadora propuesta por Felipe Calderón, a pesar de tener en contra una negativa e intensa campaña de medios -sin olvidar las trabas internas interpuestas por mezquinos militantes que olvidan que se encuentran en posiciones destacadas de poder gracias al voto popular que ahora desprecian-, participaron más de un millón setecientos mil ciudadanos conscientes de lo que se encuentra en disputa.
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