miércoles, 1 de octubre de 2008

De Fernández a Tatto, la corrupción panista

Álvaro Cepeda Neri

A pesar de las apariencias y reales coincidencias y continuidades entre el foxismo y el calderonismo, no cabe duda que son las dos caras de la misma moneda ultraderechista y derechista que engañaron a los ciudadanos, quienes con su voto pensaron que la alternancia presidencial solucionaría el problema de los 71 años de la monarquía sexenal hereditaria.

El despotismo autoritario obregonista-callista, relativizado por el populismo autoritario del cardenismo, se transformó al paso de los sexenios (1940-2000) en regímenes presidenciales más autocráticos y depredadores desde el alemanismo; y populistas-corporativos hasta el parteaguas sangriento del diazordacismo que alumbró al tal para cual de la demagogia del echeverriato al lopezportillismo, para abortar, con De la Madrid-Salinas-Zedillo, la “modernización” del capitalismo salvaje conocido como neoliberalismo económico a la par de una creciente criminalidad gubernamental.

El Partido Acción Nacional (PAN), nacido del callismo en 1939 y del matrimonio de los Gómez Morín con los resabios del movimiento cristero y el empresariado derechista-religioso, se presentó, durante sus 61 años de oposición, como la opción moralizadora, más proclive a la honestidad que a la honradez –que no es lo mismo–, para cristianizar el poder político y en busca de la salvación de las almas a través de la transformación del Estado laico en una teocracia, sometiendo la nación no a la Organización de las Naciones Unidas, sino al Stato della Citta del Vaticano, para obedecer al papado.
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