Lunes, 08 de Diciembre de 2008 00:00
¿Qué significa, pregunta Carlos Puig, a su radial auditorio, que pase algo así en México? Nada. En el instante en que el usurpador se retrató con el “góber precioso” de Puebla, el sí a los pederastas estaba dado en el paraíso en que México se ha convertido para todo exceso degradante, denigrante, intolerable... en los lugares del mundo donde la dignidad de los gobernados se respeta.
Por María Teresa Jardí
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